Jeepers Creepers: La reencarnación del demonio

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

FRANQUICIA ENTERRADA

Sin deslumbrar y con sus altibajos, la saga de Jeepers Creepers fue de lo más interesante que dio el cine de terror norteamericano en las últimas décadas: un anclaje sobrenatural potente, un villano con rasgos mitológicos sumamente inquietante y un trabajo con las atmósferas donde la incertidumbre era el rasgo dominante. Especialmente en las dos primeras entregas -la tercera era bastante fallida, hay que admitirlo-, se notaba que Victor Salva era un realizador con un conocimiento consumado del género, que sabía narrar con solvencia y crear personajes atractivos que impulsaban la trama.

A pesar de todo lo anteriormente mencionado, los datos previos de Jeepers Creepers: la reencarnación del demonio no eran precisamente alentadores. Además de la ausencia total de los responsables de la trilogía original -no solo Salva, sino también el elenco y el equipo técnico-, la noción de que todo parecía indicar que era una especie de explotation más que una reimaginación o continuación de la franquicia. Pero como bien decía el cartel de un manifestante anti-Trump, “our expectations were low, but holy fuck!” (que podría traducirse como “nuestras expectativas eran bajas, ¡pero la mierda!”). Lo del film de Timo Vuorensola (responsable de la mediocre Iron Sky) es realmente horrible y su tono amateur es notorio incluso desde la primera secuencia, que no deja de ser una mediocre imitación del planteo inicial del primer film.

La idea central de Jeepers Creepers: la reencarnación del demonio parece ser jugar con la autoconsciencia, enfocándose en una pareja de jóvenes que viaja a una celebración temática de horror que incluye al mito del Creeper y sus films. Claro que ella empezará a tener raras visiones vinculadas a rituales perpetrados por una secta diabólica, mientras empiezan a haber indicios de que no todo va a ser un viaje tranquilo y divertido. En ese marco es que reaparecerá el Creeper, convertido más en un típico asesino slasher clase B que en ese cazador metódico y perverso que podía esperarse teniendo en cuenta las entregas previas. A partir de ahí, los cadáveres se irán acumulando, al igual que las huidas y vueltas de tuerca.

Si ya las fallas y limitaciones técnicas de la película -que resuelve muchas secuencias con fondos digitales bastante horribles e inverosímiles- condicionan su impacto, Vuorensola no sabe aprovechar la economía de recursos a su favor. Todo está mal en Jeepers Creepers: la reencarnación del demonio: desde una trama a la que le cuesta arrancar y que luego resuelve todo a las apuradas; pasando por personajes que son un despliegue constante de estereotipos gastados; hasta actuaciones pésimas, que rozan lo amateur en el peor sentido del término. Para colmo, este nuevo Creeper tiene nula personalidad y solo se dedica a hacer gestos grandilocuentes, hasta aburrir por completo y generar cualquier cosa menos miedo.

Es cierto que muchas sagas de horror han tenido entregas indefendibles –Halloween: resurrección o El exorcista: el comienzo, por citar un par de ejemplos- y que se han recuperado de diversas formas. También que otras, como La masacre de Texas, han entrado en una espiral descendente de la cual no han podido recuperarse. Ojalá que Jeepers Creepers no entre en el segundo camino. Mientras tanto, esperemos que la promesa de una secuela que deja este bodoque no se cumpla. Es que, más que una reencarnación, lo que vemos aquí es un entierro.