Jauja

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

El “payo” Viggo Mortensen, perdido en la pampa

Esta película empieza con una didascalia sobre la leyenda de Jauja, mítico lugar americano de vida regalada para sus habitantes. No viene al caso, ya que el personaje principal ni lo busca ni lo encuentra. Lo que él quiere es encontrar a su hija rubia y quinceañera, que se escapó con un criollito atorrante. En verdad, la didascalia más honrada pudo haber sido "Lasciate ogni speranza, voi che entrate". Consejo válido para el personaje, pero también para los espectadores.

La acción se desarrolla en la costa de Lobería e interior de La Pampa y Santa Cruz, y parece ambientarse hacia 1876, a juzgar por la zanja que están haciendo unos peones contra los indios (la Conquista del Desierto fue recién después de la Zanja de Alsina). Pero eso sólo está para confundir a quien busque algún anclaje preciso. También es la mayor escena de masas que veremos en toda la película: hay como 7 u 8 peones. Del resto, apenas la chica se manda mudar, el padre se desliga de otros dos tipos que actúan pésimo y transita solita su alma por todo el desierto. Sin baqueano, sin caballo de recambio, nada. Para colmo es extranjero en estas tierras. Es un capitán danés, que evidentemente vino solo para amargarse la vida.

Hay por ahí un tal Zuloaga de mala fama (parece que se juntó con unos indios travestidos), que va matando a los extras y robando la utilería, seguramente para que la película se termine de una vez. Cuando menos se espera, aparece la veterana Ghita Nørby, y luego reaparece la nena Viilbjørk Malling Agger, con vestuario más cómodo, digamos. Esa reaparición impone toda una reinterpretación de lo que venimos viendo, y tal vez sea lo mejor del cuento, que acaso se vuelve circular, o quizás haya que repensarlo de atrás para adelante. "Si ves la película de atrás para adelante aparece Ricardo Darín", bromeó el coguionista Fabián Casas cuando se hizo la presentación en Mar del Plata. Pero también en eso, lasciate ogni speranza.

En suma, Viggo Mortensen se habrá divertido imitando el acento de su padre y comiendo asado de cordero por esos campos, y Lisandro Alonso, director de minorías, logró su película más "masiva": sale en 16 salas, cuando su obra anterior sólo se vio en la Lugones. Eso sí, la fotografía es muy linda, tipo "color by technicolor" de los westerns de los 50, hecha por el finlandés Timo Salminen, y tiene cierto poder hipnótico. Según la sala, puede verse en pantalla ancha o, más curioso, en pantalla cuadrada con bordes redondeados, tipo postal de antes.