Jauja

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

La nueva película del realizador de La Libertad (2001) tiene a una estrella internacional de Hollywood (pero comprometida enormemente con el cine independiente) como Viggo Mortensen en su rol protagonista, pero se aleja de todo tipo de convencionalismos y mantiene el mismo ritmo (o algunos detractores, sin estar tan equivocados, dirán "falta de") y mirada cansina, a veces contemplativa y a veces meramente caprichosa.

Así es el cine de Lisandro Alonso: desprejuiciado y no apto para todo público. Es cierto que la paciencia es la virtud del realizador, capaz de sostener planos mayormente estáticos por varios minutos y sin corte, y deberá serla también del espectador que quiera disfrutar de esta película. ¿Qué hace de Jauja entonces una obra distinta e interesante en la filmografía de su director? Por un lado, aún con sus múltiples silencios, posee más diálogos que toda su anterior obra sumada, y por el otro -y más importante- se ve increíblemente bien. Los paisajes fotografiados por el danés Timo Salminen son de una preciosidad atípica para el cine nacional, y sin duda forman parte de la columna vertebral de la película. La otra parte la aporta Viggo Mortensen, experto en laconismos y actuaciones apagadas pero de profundidad innegable, interpretando a un danés varado en lo que, suponemos, es algo así como una Conquista del Desierto en nuestras sangrantes tierras en algún momento repletas de pueblos originarios. Esos pueblos, aquí reducidos al peyorativo nombre de "cabezas de coco" representan una amenaza para el hombre moderno que busca aniquilarlos sin ninguna piedad, y por eso una campaña militar asoma como excusa para esta épica minimalista con ecos de Fitzcarraldo, pero con volúmen al menos 20 decibeles más bajo. La música que asoma hacia el final de la película también es obra de Mortensen y merece un reconocimiento aparte.

Jauja comienza con una introducción atípicamente narrativa para el cine de Alonso, luego se vuelca al minimalismo absoluto (y es allí donde se extiende, aún si consciente de ello, realmente demasiado), aborda tramos de western, y concluye con una resolución casi surrealista, metafórica, que devuelve el interés a lo que está sucediendo en pantalla. No comprende al espectador ajeno a este tipo de películas ni busca que éste, tampoco, se integre al relato. Alonso hace un cine que divide las aguas pero que, así como le sucede a mejores realizadores del mismo estilo (Jim Jarmusch, por ejemplo) se repite y regodea demasiado en caprichos (el formato académico no aporta demasiado al relato) e injustificados tiempos muertos.

Presentada como apertura oficial del 29 Festival de Mar del Plata, la película contó con la explicación en vivo de su actor principal, quien la definió como un "western existencialista argentino-danés". Posiblemente no haya mejor descripción para la película.