Jauja

Crítica de Alberto Romero - Cinevivo

Jauja narra la historia de un danés medio errante que busca a su hija por la Patagonia indómita de la campaña del desierto. Pero, en Alonso, decir lo que su película narra, en qué contexto, a través de qué personajes, no tiene mucha relevancia. En Alonso, lo fundamental siempre es la forma.

Quiero aclarar, antes de seguir, que este texto habla más sobre el director que sobre la película. Me tomo ese atrevimiento. Pido disculpas al lector y, por supuesto, al director.

Hay algo de Lisandro Alonso que me hace pensar en David Lynch. Y no me refiero exclusivamente a cuestiones cinematográficas. No me refiero a sus atmósferas pesadillezcas, ni a ese espacio simbólico inmenso que le arman al espectador para que se pierda, ni a esos personajes oscuros e indescifrables. Hay algo en sus personalidades, en sus actitudes creativas, hasta en su manera de hablar con la prensa y con el público que los hace, para mí, gente medio parecida.

Viendo sus películas, las de ambos, siempre me pregunto en qué medida sus decisiones son realmente decisiones o son más bien intuiciones en algunos casos y caprichos en otros. En qué medida construyen a partir de un programa y en qué medida se dejan invadir por ese calor medio embriagado que es el presente de la creación. Ni a Lynch ni a Alonso termino de “sacarles la ficha” en términos de procesos. Y eso, claro, los hace a ambos muy interesantes.

Hay cuestiones de Jauja que se pueden percibir como decisiones programáticas. Como la composición de los encuadres, que parece emular las xilografías que uno podría encontrar en un libro de aventuras del siglo XVIII o XIX. Imágenes de un lirismo altamente estilizado, retro, barroco o romántico, muy lindo por cierto. Esto, en contraste con las actuaciones, de un estilo contemporáneo, bien despojado excesos y lirismos, genera un efecto muy extraño, y arma esa atmósfera hipnótica que, podemos decir, constituye la marca de este autor. Intuyo, en mi afán de “sacarle la ficha” a Alonso, que este contrapunto es una cosa que ha pensado bien, que ha estado en su agenda estética, y que ha podido manejar con mucha sutileza. Es como si esos lejanos figurines se pusieran en movimiento y los personajes dentro de ellos comenzaran a moverse como gente de hoy. Me gusta.

Mi problema con Jauja viene con el montaje. No quiero abundar en ejemplos, pero percibo que en este caso el programa le ganó a la vitalidad. Por momentos, el afán por mantener ciertas decisiones estéticas le juega en contra al ritmo del film, al transcurso entre un plano y el siguiente, al devenir de estas humanidades, al decurso de ese Viggo Mortensen minimalista a pesar del acento danés (al margen, es una de las mejores interpretaciones que he visto de este actor).

No es sorpresa que, frente a un film de Alonso, nos encontremos con planos de tiempos largos en los que podemos perdernos hasta llegar a lugares muy profundos de nuestras mentes. Pero en Jauja esto, que en otros films del director resulta una marca de estilo indiscutible, resulta a veces redundante. Creo yo que, frente a un nuevo planteo estético, mucho más rígido y estilizado que los de sus films anteriores, Alonso mantiene un rasgo de su cine que no lo ayuda. Mientras que en sus films anteriores el montaje actúa como una fuerza casi natural que nos va empujando hacia las cavernas más oscuras, en este caso, los cortes parecen llegar siempre tarde, o temprano, en todo caso, inoportunos.

Alonso es un director arriesgado, y por eso nos gusta. Es un tipo que apuesta cada vez a cosas más raras, o al menos novedosas, y eso nos parece buenísimo. Ahora, el camino de la experimentación es un camino de riesgos del que no siempre se vuelve indemne.

¿Pero de qué otro modo podríamos nosotros, espectadores, llegar a esos mundos? Si directores como Lynch o Alonso no jugaran tan a fondo con las formas habría rincones de la experiencia audiovisual a los que no tendríamos acceso. Por eso, Jauja es una película que escapa de cualquier valoración del tipo de las que exigen los medios a través de los cuales escribimos nuestras reseñas. ¿Cinco estrellitas? ¿Cuatro pochoclos? ¿Siete puntos? No. Con Jauja estamos, claramente, hablando de otra cosa.