Jason Bourne

Crítica de Laura Petroff - El Lado G

El cine de acción tuvo tantas épocas que alcanzan para armar eternos enfrentamientos en cualquier reunión. Desde los tiros desvergonzados de Schwarzenegger hasta los saltos locos de Milla Jovovich, muchas modas han llenado la pantalla grande década a década. Desde 2002 y gracias a Bourne (un personaje que tiene origen en los libros de Robert Ludlum, casi una mezcla de Tom Clancy e Ian Fleming) el público vio el surgimiento de un nuevo estilo de cine de acción. Esta franquicia, a lo largo de los años, estableció sus propias reglas, tanto visuales como de narración, y las siguió a rajatabla, algo que no se puede decir de muchas otras. El personaje que convirtió a Matt Damon en un hombre de acción vuelve con su equipo a mostrarle al mundo de lo que es capaz.

El regreso de Nicky Parsons (Julia Stiles) sólo puede traer problemas. Luego de hackear a la CIA y obtener archivos clasificados sobre todas las operaciones negras llevadas a cabo desde Treadstone, que convirtió a Bourne (Matt Damon) en quien es hoy, decide contactarlo para hacerle saber la verdad sobre su reclutamiento. El hackeo es descubierto por la CIA, donde Heather Lee (Alicia Vikander) está haciendo todo en su poder para desplazar a su jefe, Dewey (Tommy Lee Jones) y la caza de Parsons y Bourne puede convertirse en su comodín para lograrlo.

En el año 2012 hubo un intento de revivir la saga, cuando todavía no había planes para la vuelta de Matt Damon y Greengrass. Se llamó The Bourne Legacy, y fue dirigida por Tony Gilroy, quien escribió el guión de la trilogía original, basándose en los libros de Robert Ludlum pero creando a un personaje original, Aaron Cross (Jeremy Renner). A pesar de los esfuerzos, la película no fue bien recibida. Aunque no hay aún proyectos para una Bourne más con el equipo original, se planea un regreso de Renner en la franquicia para 2018.

Luego del lanzamiento de The Bourne Ultimatum (2007), Matt Damon contó en una entrevista que no volvería a interpretar a Bourne a menos que sea en conjunto con el director Paul Greengrass. A su vez, Greengrass manifestó que no volvería a la franquicia salvo que le llegue “el guion correcto,” que al final terminó por escribir él. Su trabajo en Jason Bourne es muy parecido a lo de siempre: cámara en mano, constante tensión y persecuciones espectaculares. Es lo que sabe hacer y lo hace bien. A pesar de que estas características se repitieron en Captain Phillips (2013), es en la saga de Bourne donde verdaderamente hacen la diferencia. Después de tantos años, componen la imagen de la saga, y lo respeta con maestría en cada nueva entrega. Las actuaciones son impecables, a pesar de que las complejidades de los personajes son medio groseras. Desde las oficinas de la CIA, Alicia Vikander y Tommy Lee Jones simulan a la perfección los nervios bien manejados que la trama les exige y Vincent Cassel, desde las sombras, hace a un personaje con la idea fija que no deja de ser interesante. Matt Damon, como siempre, hace un trabajo decente, y si bien su personaje no es tan hablador como peleador, en ambas facetas se desempeñó bien.

Una de las partes más interesantes que la franquicia de Bourne tiene para ofrecer es su trama. Más allá de las persecuciones y tiros, no es fácil establecer una narración en la que todos los personajes, potencialmente, tienen razón. El cine fácil acostumbra al público a historias en las que el héroe es irreprochablemente bueno y el villano es tan malo que casi no se puede creer. Por otro lado, está Bourne, con un guion en el que todos tienen objetivos dignos y claros, pero que a veces no permiten la convivencia pacífica. El hecho de que los personajes estén involucrados en espionaje y vida militar sube la barra de agresión posible a niveles muy violentos, y es así como se convierte en una historia de gente que quiere lo que tiene el otro, con el poder de matarse entre sí. No todas las películas de acción, por más modernas que sean, cuentan con guiones tan trenzados e ingeniosos como los que Bourne ha tenido hasta ahora.