Jamás llegarán a viejos

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Una gran división posible en la historia del cine es la de ficción y documental. Lo que en literatura se llama ficción o no ficción. El documental es a la vez un género y una categoría. No son compartimientos estancos, ya que la ficción suele utilizar mucho material documental dentro de sus historias y varios documentales utilizan elementos de reconstrucción actuada. No importa definir esas categorías de forma tajante, pero si entender que para la mayoría de los espectadores el documental está asociado a la televisión y que muchas veces utiliza la expresión “película o documental”. Incluso no pocos le llaman ficción a la ciencia ficción. Un documental casi nunca interesa en la taquilla y no tienen estrenos masivos. Gran ironía, porque el “basado en una historia real” y las biopics están a la orden del día en el cine mundial.

Para los amantes del cine en general y del documental en particular, la idea de restarle valor a los films documentales es impensable. Como suele ocurrir con todos los géneros, el documental trae de tanto en tanto una obra maestra, un punto culminante que conmueve a los seguidores de esta clase de cine pero atraen también a los que no se interesan por los documentales. They Shall Not Grow Old es una de esas joyas que se disfrutan como película, como documental y también como reflexión acerca de la naturaleza del cine y sus herramientas.

They Shall Not Grow Old, realizada en el año 2018, rinde homenaje a los soldados que participaron en la I Guerra Mundial con motivo del primer centenario de su final en 1918. Con un material original remasterizado y con algunos toques extras que acá no anticiparemos, la película muestra una guerra de un siglo de antigüedad como si fuera la primera vez que nos enteramos de su existencia. Este film británico distribuido por Warner Bros. fue coproducido por el Imperial War Museum, uno de los más sofisticados y extraordinarios museos que existen en el mundo.

Lo que vemos son las imágenes de la primera guerra donde el cine pudo registrar imágenes. Todavía buscando la estructura de su propio lenguaje, el cine era un arte con menos de dos décadas de antigüedad y con toda clase de limitaciones narrativas y técnicas. Pero el registro –mayormente inédito- que la película ofrece es absolutamente demoledor. Simplemente filmar lo que se tenía adelante, con lo bueno y lo malo, sin medir ni especular con las consecuencias dramáticas de aquellas imágenes.

Peter Jackson, junto a su equipo, hizo un trabaja titánico para conseguir ordenar todo ese material y fusionarlo con cientos de horas de audios de veteranos de guerra que cuenta en primera persona todo lo que vivieron. Desde el primer día –memorable el testimonio sobre el partido de rugby entre británico y alemanes- de la declaración de guerra hasta los años posteriores a la misma, muchas voces de hombres que lucharon van formando el texto unificador. De forma minuciosa nos explican lo que ocurrió desde el enlistamiento hasta los momentos más terribles de la batalla. El resultado de demoledor. Las imágenes y las voces no necesitan ningún subrayado ni explicación. No es la guerra idealizada, no es la guerra juzgada con los ojos de otra época ni el análisis de las nuevas generaciones. Sí, Jackson selecciona el material, pero él mismo desaparece por completo y deja que la película hable por sí misma.

Jackson no hace reconstrucciones, no da nombres de soldados ni específica en qué lugar ocurren los hechos. El motivo es muy sencillo: esta guerra es igual a cualquier guerra, estos soldados son los mismos soldados que han combativo en todo el mundo durante toda la historia. No hay golpes bajos ni dogmas. Nadie dice otra cosa más que lo que ha vivido. La alegría que cuenta al comienzo, es genuina alegría, la angustia al final de la guerra, es verdadera. El humor, la camaradería, la grandeza, la nobleza, la forma de vida del soldado, todo se muestra con imágenes y testimonios reales, recuperado todo esto gracias a los museos y coleccionistas.

Luego de unos primeros minutos muy tranquilos, la película –cuidado, spoilers- da su primer gran salto al ampliar el ancho de la pantalla y pasar a ser en colores. Claro que es un colorado digital muy bien hecho, pero aun así produce una sorpresa y una conmoción tan grande como la más brillante vuelta de tuerca de ficción. Entramos en otro mundo. Es como si de pronto los personajes cobraran vida. No faltarán otros momentos inolvidables, pero ese tiene un enorme poder cinematográfico.

They Shall Not Grow Old no solo es uno de los grandes films de la década, sino que también es uno de los film bélicos más extraordinarios que se hayan hecho jamás. Todo lo que hemos visto en el género, acá aparece, aun siendo documental. El drama, el humor, la emoción, la mirada lúcida y abarcadora sobre los temas que trata. Y el título, tan bello como triste, está plasmado en esas largas tomas de jóvenes que sonríen a cámara, sin saber el destino que les espera. Cada instante de juventud yendo a la guerra es un momento abrumador. Sin plantearse como un film anti belicista, la película igualmente cumple en describir cual es la verdad de la misma. They Shall Not Grow Old es una obra maestra de visión obligatoria, un film de una ambición enorme que no deja indiferente a nadie. Una película sobre la guerra, sobre la juventud, un análisis de como las imágenes tomadas con una intención luego pueden funcionar en sentido contrario. Es el enorme poder del cine lo que aparecen la película. Como diría Horacio Quiroga, una película de ultratumba, donde docenas de voces, como fantasmas dickensianos, nos advierten sobre los males de la guerra y sobre lo efímero de la juventud. Tanto hay en una sola película que cuesta dejar de pensarla y mucho menos olvidarla.