Jackie

Crítica de María Fernanda Mugica - La Nación

Jackie: Claroscuros de una mujer capaz de crear un mito que aún hace soñar a su país

Pablo Larraín y el guionista Noah Oppenheim intentan en Jackie bucear en el aspecto menos conocido de la ex primera dama norteamericana, ese que no tiene que ver con el glamour sino con su dolor y la obsesión por preservar el legado de JFK después de su asesinato. Para lograrlo, el director apela a un tono extraño, combinación de realismo y artificialidad, que permite acceder a una verdad que puede quedar opacada por los detalles históricos.

En vez de utilizar la clásica estructura de contar la vida del personaje de la cuna a la tumba, la película se concentra en los pocos días siguientes al asesinato de Kennedy, con flashbacks a la grabación de un programa especial en el que Jackie presentaba un tour por la Casa Blanca. Además, como marco narrativo se utiliza la excusa de una entrevista a la primera dama -controladora aún en su tristeza- realizada una semana después de la tragedia.

Este recorte resulta muy acertado porque permite retratar en profundidad cómo esta mujer enfrentó una situación tan dolorosa y extraordinaria. La película muestra a una Jackie no idealizada, viviendo la confusión y el enojo típicos del duelo, pero también desplegando una gran capacidad de manipulación para asegurarse de que JFK y su familia tuvieran en la historia el lugar que ella consideraba que merecían. Y así nos enteramos, por ejemplo, que la metáfora de la presidencia de Kennedy como el idílico Camelot fue una creación suya, un dato que ella se encargó de que quedara impreso para la posteridad.

El centro de toda la película es Jackie y ni la narrativa ingeniosa ni la ajustada puesta en escena de Larraín hubiesen funcionado si no fuera por la actuación de Natalie Portman, que está sostenida por excelentes secundarios como John Hurt, Peter Sarsgaard y Greta Gerwig. La peculiar forma de hablar de Jackie que copia la actriz y el trabajo actoral subrayado en las escenas de mayor intimidad, en sus momentos más oscuros y más triunfantes, le permiten a Portman, a través de esa construcción lejos del naturalismo, descubrir a una mujer tan vulnerable como fuerte y capaz de crear su propio mito.