Jack Reacher: Sin regreso

Crítica de Emiliano Andrés Cappiello - Cinemarama

Te hubieras quedado

Tom Cruise lleva décadas sin protagonizar una sola película mala. Ya es obvio señalar que las Misión imposible son de lo mejor del cine americano de los últimos tiempos, pero hasta los más pequeños trabajos (dentro de sus escala, digamos, un Oblivion) son films que se elevan por encima de la media. Claro, Cruise no solo actúa, también produce, y produce en serio. Spielberg, De Palma, Kubrick, los dos Scott; la lista de directores con los que trabajó, que sigue mucho más allá de estos ejemplos, es indudablemente la envidia de cualquier actor del universo. Y en toda esta filmografía, Jack Reacher (2012), dirigida por Christopher McQuarrie, es una de las mejores. Relativamente dentro de los códigos del thriller de acción, basada en una novela que, podemos suponer, no debe ser muy buena (hay como veinte libros del personaje, ninguna saga con veinte libros puede tener mucho para decir), la película renegaba de los límites de un único género y estaba llena de ideas, visuales y narrativas. Con ciento treinta minutos, no le sobraba un solo plano y alternaba con maestría secuencias profundamente emotivas (la reconstrucción del crimen original), escenas de acción pura (la persecución con la policía) y precisos momentos de humor (el final de la persecución, la pelea en el baño). Y ayudaba, también, un elenco de secundarios excelentes que incluían a Rosamund Pike, Richard Jenkins, Robert Duvall y el siempre fascinante Werner Herzog.

Cuatro años más tarde, llega la secuela, dirigida por Edward Zwick, que una vez hizo una película buena, justamente con Tom (El Último Samurai). Y todo, pero todo lo que se destacaba en la original acá brilla por su ausencia. Empezando por el elenco, un rejunte de nadies televisivos entre quienes la más destacable es Cobie Smulders, que estaba muy bien en How I Met Your Mother, pero que claramente encontró su techo en la pantalla chica. Los antagonistas son Robert Knepper, que solía masticar escenografía en Prison Break, y Patrick Heusinger, que quizás hizo algo, pero nada de lo que demuestra en esta película justifica el tratar de averiguarlo. Su personaje, un asesino profesional sacado directamente de un telefilm mediocre de los 90, es la síntesis perfecta de una película tan atrozmente genérica como Jack Reacher: Sin retorno.

Si la película de McQuarrie se distinguía por su cantidad de ideas, la de Zwick logra lo mismo por su carencia. Es posible que esto sea, en parte, culpa de una adaptación perezosa de una novela mala. Una simple búsqueda por internet confirma que en el caso de la primera, las diferencias entre libro y película eran numerosas, y que gran parte de las bondades del film eran creaciones originales. Pero es claro que la culpa no se puede limitar a eso. Plagada de diálogos trillados, sobreexplicativos y con una trama confusa que parece más complicada de los que en realidad es sólo por lo mal narrada que está, Zwick tampoco logra con eficacia una sola escena atrapante y hasta las peleas son tediosas.

Cruise es el único punto en contacto con la gran obra anterior, pero en realidad ni siquiera eso. Apagado, sin nada del carisma que lo caracteriza, ni señales del humor o la humanidad con los que había dotado a Reacher antes, solo logra que deseemos que este exMayor del ejército hubiera hecho caso de la advertencia que le parecía dar el título en inglés: Nunca vuelvas.