Jack Reacher - Bajo la mira

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Tom Cruise todavía lo tiene. A los 50 años es capaz de cargarse una franquicia al hombro y despacharse a una banda de enemigos a puro esfuerzo físico sin que parezca algo que desafíe la lógica. Ya lo había probado a comienzos del 2012, cuando prácticamente en esta misma fecha se estrenaba esa gran película de acción llamada Mission Impossible – Ghost Protocol. Hoy, un año más tarde, confirma su presente –pasado y futuro- con Jack Reacher, otra muy buena exponente del género que no brilla exclusivamente por la presencia de la reconocida estrella, sino también por cualquier aspecto de la producción que se someta a evaluación.

Basada en el noveno libro que el autor Lee Child dedicó al personaje del título –aún hay otras 16 novelas que no han sido adaptadas-, es sobre todo un film de manual, en el mejor sentido de la palabra. Su director, Christopher McQuarrie, es antes que nada un guionista –ganador del Oscar por la muy buena The Usual Suspects- y, si bien tiene tropiezos recientes en el camino –Valkyrie, The Tourist-, la capacidad como escritor es lo que más se nota. El concepto utilizado para definir a Jack Reacher se refiere entonces a su libreto, riguroso en términos del respeto por los delineamientos académicos a la hora de firmarlo. El McQuarrie realizador no se despega del McQuarrie autor del guión y a la hora de trasponer su escrito a la pantalla, no se encuentra el tratamiento convencional que se le puede dar a un boceto ajeno.

Cualquier detalle del argumento tiene su necesario desarrollo en pantalla, lo mismo que el avance de sus personajes, quienes se desenvuelven con la naturaleza propia de quienes están sólidos de papeles. El director aborda cualquier aspecto de su trama con suma importancia, dedica una cantidad de tiempo similar tanto a una escena fundamental como a una secuencia de incidencia menor. Podría sostenerse, de esta forma, que este resigna el ritmo en pos de un tratamiento minucioso sobre su material –los 130 minutos en apariencia excesivos para un thriller serían un fuerte indicativo-, no obstante su narración es consistente, su funcionamiento más que prolijo y el tempo, ideal.

Desde su primera escena, repleta de bellos planos detalle, McQuarrie sitúa al espectador en una posición prácticamente omnisciente, una arriesgada decisión sobre el manejo del suspenso que no necesitará valerse de una vuelta de tuerca o de una sobreexplicada resolución como en los policiales televisivos. Expuesta –a grandes rasgos- la conexión entre los puntos A y B desde los 10 minutos iniciales, queda en el buen trabajo del director y en su pulso narrativo el mantener el interés y la tensión en torno a la investigación del protagonista, quien al avanzar de forma implacable en una intrincada red de peces gordos en ningún momento recuerda al Ethan Hunt de las misiones imposibles.

Jack Reacher no sólo se destaca en lo que se refiere a su guión, sino que su puesta en escena como film de acción es notable. Cruise, entrenado en el método Keysi –el que se utilizó en la trilogía de Christopher Nolan sobre El Caballero Oscuro-, se abre camino valiéndose de codos y rodillas, con la efectividad y el dinamismo que los estilos de combate novedosos –como el Pencak Silat de The Raid: Redemption- tienen para ofrecer. Por otro lado es necesario resaltar la presencia del enorme Werner Herzog, quien con una mínima presencia en cámara compone a un enemigo de temer, muchos cuerpos delante del anodino villano que Michael Nyqvist proponía en Protocolo Fantasma.

Sin valerse de efectos especiales o complejas acrobacias, funciona como un exponente clásico de un género que cada vez pierde más terreno ante la presencia de superhéroes de carne y hueso. Dotada de un muy buen sentido del humor –son más las escenas construidas en clave cómica que los habituales one-liners-, un protagonista carismático y un guión menos solemne de lo que aparentaba, se revela como el acierto que McQuarrie necesitaba como director. The Way of the Gun, film de acción que con menor suerte también pisaba las dos horas, fue el disparo inicial, su calentamiento. Doce años le llevó apretar el gatillo y hacer el tiro que verdaderamente contaba.