J´accuse

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

La historia, el Me Too y un director en problemas

Roman Polanski se transformó, junto a otros directores, actores y productores, en un nombre incómodo, especialmente luego del movimiento Me Too. A partir de su condena por abuso de una menor en Estados Unidos y su posterior huida a Francia para evitar la cárcel, disociar su trabajo de las denuncias lleva a la pregunta de si se puede separar al hombre de su obra. El interrogante, al mismo tiempo, se proyecta sobre la decisión de Polanski de rodar “J’accuse” (Yo acuso), basada en un hecho histórico que se transformó en un alegato contra la injusticia y las acusaciones falsas.

El director Roman Polanski en el set de rodaje junto al actor Jean Dujardin.
El director Roman Polanski en el set de rodaje junto al actor Jean Dujardin.

El filme recrea el proceso contra Alfred Dreyfus (Louis Garrel), un militar al que en 1894 un tribunal lo culpó de haber entregado información confidencial a Alemania, lo juzgó, lo degradó y lo encarceló en la Isla del Diablo. Pero cuando Georges Picquart (Jean Dujardin), uno de sus superiores, es ascendido a jefe de Inteligencia del Ejército, comprueba que a pesar de que Dreyfus ya no estaba en París continuaba el flujo de información, tras lo cual investiga y comprueba que la condena había sido injusta. Mientras va tras el verdadero traidor, inicia un reclamo formal para que se reabra el caso Dreyfus, petición que es rechazada por todos los funcionarios y oficiales de alto rango del país.

El caso llegó a oídos del periodista y escritor Emile Zola que se compromete, aún a pesar del riesgo personal que supone, publicar los hechos según las pruebas que aportó Picquart. Así lo hace en un extenso informe que lleva su firma y que publicó en el diario L’Aurore bajo el título “J’accuse...!” en la forma de una carta abierta al presidente francés. Allí denuncia con nombre y apellido a las grandes figuras de ese momento involucradas en la condena de Dreyfus y las falsedades en las que se incurrió durante todo el proceso.

En el medio quedó una opinión pública que inicialmente humilló a Dreyfus por traidor y por su ascendencia judía, un antisemitismo que, según describe Polanski, también estaba ampliamente extendida entre los militares, y que luego quedó fascinada con el escándalo que salpicó a todos los niveles del poder. El caso Dreyfus se transformó con el tiempo en un episodio paradigmático de la lucha por la verdad y la recuperación del honor perdido.

El filme llega a las salas argentinas luego de su estreno mundial en el Festival de Venecia en 2019, donde la directora argentina Lucrecia Martel, en ese momento presidenta del jurado, armó un revuelo en el mundo del cine cuando declaró que no participaría de la proyección oficial en apoyo a las víctimas de abusos sexuales. Pese a todo, “J’accuse” obtuvo cuatro galardones, entre ellos dos de los más importantes: el Gran Premio del Jurado y el Fipresci que otorga la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica.

La carta abierta de Emile Zola al presidente de Francia fue publicada en el diario L
La carta abierta de Emile Zola al presidente de Francia fue publicada en el diario L'Aurore el 13 de enero de 1898 en su primera plana.

El autor de “El bebé de Rosemary”, “Repulsión” y las multipremiadas “El pianista”, “La Venus de las pieles” o “Un dios salvaje” ofrece una película a la altura de lo que se espera de una trayectoria en la que no evitó tocar casi ningún tema por polémico que fuese. En ese sentido, “J’accuse” es una producción extraordinaria que recrea de forma magistral la época y aborda un tema clásico sobre un caso que fue un llamado de atención sobre la forma de impartir justicia.

Polanski, que además del caso de Estados Unidos, fue señalado por otras cuatro mujeres de haberlas violado cuando eran menores, a sus 88 años y poco antes del estreno mundial de “J’accuse”, declaró que personas que no conoce lo culpan por cosas que supuestamente ocurrieron hace medio siglo. Y “J’accuse” podría ser una forma de respuesta pública a esa historia turbia que lo persigue desde 1977, pero que sin embargo no le impidió ganar un Oscar en 2002, mucho antes del surgimiento del movimiento Me Too.