J. Edgar

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

La información es otro poder

Clint Eastwood, el gran realizador de "Los puentes de Madison", fiel a sus amores y odios, decidió filmar un retrato de John Edgar Hoover, controvertido personaje que casi llegó a cumplir las "bodas de oro", con la poderosa Oficina de Investigación que tomó el nombre de FBI bajo su mandato.

Sus tareas iniciales relacionadas con expulsión de gente de la izquierda y simpatizantes anarquistas, marcaron un odio que se mantendría a lo largo de un período de trabajo que sobrevivió a ocho presidentes.

Precisamente con esas iniciales expulsiones, conocemos, a través del filme, al abogado de poco más de veinte años que regiría un universo en que nunca, como a partir de él, la información se convertiría en poder.

Un criterio que pudo visualizar técnica y ciencia (importancia de las huellas dactilares, inicios de la ciencia forense), unidos a su minucioso manejo de lo privado, fue la fuente segura de su permanencia en un cargo vital en la inteligencia estadounidense. ¿Cómo luchar contra una suerte de memoria de acero, capaz de almacenar todas las debilidades de un futuro presidente, o un humilde simpatizante de la izquierda?.

VIOLAR DERECHOS

Hombre al que la mafia aprendió a respetar, Hoover es mostrado como un individuo obsesionado porque su nación conservara su grandeza con la ley y el orden, defendida a mano armada, violando los mismos derechos civiles que quería respetar.

Contradictorio, colérico, racista, esta película lo muestra débil y respetuoso del dominio materno, fiel a los que lo amaban y servían, aparentemente hostil a toda manifestación más o menos íntima, a pesar de mostrar un matiz homosexual.

La película de Eastwod es muy Hoover en cuanto a discreción y austeridad está bien narrada, aunque a veces pesa la densidad y la extensión del metraje. También da un amplio espacio a detalles de la relación con su segundo, Clayde Tolson.

Leonardo DiCaprio realiza una sorprendente labor como el protagonista, con una difícil trasmutación hacia una personalidad naturalmente odiosa, de apariencia anodina y nada atractiva en lo físico (ardua tarea de maquillaje).
Injustamente olvidado por las nominaciones al Oscar, DiCaprio brilla con la oscuridad de un desagradable personaje. A su lado, una estupenda Naomi Watts y una sólida Judi Dench como la madre, demuestra freudianamente que "J. Edgar" no podía ser más que convertirse en su prolongación paranoica.