It (Eso)

Crítica de Enrique D. Fernández - Metacultura

Hermosos perdedores

En reiteradas ocasiones el universo literario de Stephen King supo encontrar un negocio redituable al trasladar sus trabajos a la pantalla grande. Sus novelas se adaptaron en distintas ocasiones, desde producciones millonarias hasta miniseries olvidadas (incluso hubieron directores que intentaron profundizar en su imaginario en diferentes oportunidades como el obsesionado de Frank Darabont). Entre sus creaciones más ambiciosas encontramos a It (1986) como una de las más desafiantes para ser versionada, considerando la complejidad de determinadas instancias y lo intrincado de su narrativa.

El telefilm de 1990 se limitaba a adentrarse en los aspectos insidiosos por tratarse de un producto concebido para el consumo televisivo, aunque respetaba la estructura del argumento con referencias detalladas. En It (2017), la segunda adaptación en manos del realizador argentino Andy Muschietti, se modifican conceptos específicos del entramado para desvirtuar el proceso y presentar una versión alternativa. De esta manera el racismo que transitaba por los sucesos históricos es reducido, y la sexualidad que consolidaba a sus personajes al renunciar a la inocencia se transmite con una acentuada liviandad.

Otro punto substancial es el recambio generacional que transforma enteramente el escenario (una maniobra para refrescar la historia incluida en los primeros bocetos del cineasta Cary Fukunaga antes de que abandonase el proyecto). Ahora el conflicto de estos perdedores que se enfrentan al macabro payaso Pennywise se desarrolla en los ochenta, y se desprende del mecanismo conservador que alumbraba la iconografía devaluada de los años cincuenta. Muschietti no se condiciona por trasladar detalles a rajatabla, por lo que impone sus intenciones de construir un relato que contraste con la fidelidad considerada por el telefilm homónimo de Tommy Lee Wallace.

Una de las decisiones más acertadas del tratamiento de Muschietti se encuentra en la atmosfera del panorama, donde el espectador atraviesa las diferentes sensaciones que dominan el imaginario de estos personajes, y asumiendo la realidad de enfrentar a sus demonios personales (bullying escolar, maltrato familiar, abandono de las autoridades, abuso sexual). Estas instancias no terminan abusando de la referencia a la cultura popular, sino que se alimentan de los condimentos que justifican al subgénero de los coming of age (la aventura, el misterio, la amistad, el romance y las angustias).

Durante las primeras secuencias Muschietti se encuentra insertando imágenes pintorescas sin adentrarse en trasfondos narrativos. Estas situaciones nos muestran a los perdedores soportando sus traumas individuales, mientras son acosados por entidades sobrenaturales, aunque tomando distancia de los ciudadanos y sus alrededores. Digamos que la precisión narrativa se fortalece al unificarse las transiciones de los protagonistas, donde consigue momentos acertados en los que prevalece una significativa cantidad de suspenso y dramatismo, sobre todo en los diálogos.

Es para resaltar la encarnación de Bill Skarsgard como Pennywise y las actuaciones de quienes conforman al club de los perdedores, en especial las revelaciones de Sophia Lillis y Jack Dylan Grazer. Esta versión de It conserva el espíritu que enaltece a la novela de King, incluso al reformular figuras esenciales. Muschietti termina entregando un producto personal que le permite alejarse del modelo original, a diferencia de otros encargos que todavía no consiguen hacerle justicia a una obra tan inmensa como la del propio King.