Ismael

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

Nunca se termina de conocer al padre

Ismael se escapa y se va solito de Madrid a Barcelona. Tiene 10 años y va en busca de su padre. En ese viaje descubrirá que el pasado de todos también pregunta y necesita limpiarse. Es un filme sobre la identidad y habla del amor, de las piruetas del destino, de las familias multirraciales, de las segundas oportunidades y de la inmigración (la mami indocumentada y el hijo sin padre). Hay una abuela que quiere pagar lo que debe como madre; un profesor solitario que no puede olvidar un lejano amor; una madre que decidió seguir adelante con un niño que una vez la obligó a romper un amor y que ahora la obliga a revivirlo. Todos se encontraran en un hostal catalán, al borde del mar. Y será Ismael (demasiado despierto, otro nene de película) el que ira logrando que los hilos se crucen y que todos comiencen a decidir que ya es hora de cambiar o de empezar a abrir los ojos.

Melodrama de buena factura, con personajes inseguros y nobles, pero que tiene demasiadas palabras (y encima, a los actores se les entiende poco). Piñeyro logra darle humanidad a un relato algo forzado que orilla la calculada emoción. Todos son buenos. Y el amable “mensaje” se nota demasiado. Su historia enseña que el amor es búsqueda, pero también empeño y lealtad. Y que nunca se termina de encontrar al padre. El ruego final de Félix a su hijo (“si vas tan rápido no te podré alcanzar”) resume la realidad de un tiempo donde cuesta, no solo compartir algo, sino alcanzarse.