Isla de perros

Crítica de Sol Videla - Alta Peli

Isla de Perros

El prodigioso autor estadounidense ya había demostrado con su último largometraje, El gran hotel Budapest, que podía de alguna manera convertir a su elenco humano en marionetas cómicas, ubicadas en un universo magníficamente construido de hoteles lujosos en las montañas de Europa del Este. Ahora lo demuestra de nuevo, de forma un poco más extravagante, con Isla de perros: una animación que, al igual que su predecesora, sirvió de apertura para el Festival de cine de Berlín.

Naturaleza y espiritualidad se combinan en otro cuento más de Anderson, su segunda incursión en el stop motion luego de Fantastic Mr. Fox, sin contar las veces que utilizó esta técnica para evitar los efectos especiales mediante computadora (como en la persecución en esquíes en El gran hotel Budapest).

Según Paul Harrod, director de arte, la idea en Isla de perros era crear una estética situada veinte años en el futuro, pero “no veinte años a partir de hoy. La idea era imaginar cómo sería el futuro del Japón de 1964”. El urbanismo de los 60 dice presente con colores desaturados, metales ferrosos y oxidados.

Esta nueva incursión en el hacer  hablar a los animales es considerablemente más sofisticada y ambiciosa que la versión acontecida en Fantastic Mr. Fox (basada en el libro homónimo de Roald Dahl).

En Isla de perros, Kobayashi (voz de Kunichi Nomura, uno de los co-guionistas de la película), el corrupto alcalde -y amante de los gatos- de la ciudad ficticia de Megasaki, ha tomado medidas severas para frenar la propagación de diversas enfermedades caninas, incluida la temida Fiebre del hocico. Ordena que todos los perros de Megasaki sean exiliados a una isla desolada: la isla de la basura.

Aquella isla será el destino de Spots (Liev Schreiber), el perro del pequeño Atari (Koyu Ranki), sobrino/pupilo del alcalde que se embarcará en una peligrosa misión de rescate para recuperar a su amado guardaespaldas/mascota. En aquella isla tendrá la ayuda de una pequeña manada de perros que lo acompañarán en la pesada tarea de dar con el paradero de Spots, ellos son: Chief (Bryan Cranston), Rex (Edward Norton), Boss (Bill Murray), Duke (Jeff Goldblum) y Nutmeg (Scarlett Johansson).

Isla de perros comienza con una pequeña advertencia graciosa sobre el mecanismo que se usará para comprender todos los idiomas: el japonés (mediante intérprete), el inglés y el de los canes.

Seguido de esta advertencia comienza el recorrido que en principio resulta vertiginoso por la cantidad de información junta. Nuestra vista se tiene que amoldar a tanta belleza visual, a muchos personajes y a tantos títulos y subtítulos en pantalla. En esta película, Wes Anderson desnuda el artificio, ya que la misma arranca con un  prólogo (“El niño samurái y el ancestro sin cabeza”) para luego dividirse en capítulos, además de que cada  flashback será anunciado.

Perro que habla no muerde

Los perros en esta película son perros, con todas sus actitudes normales y habituales incluidas… pero hablan. Lo difícil en este caso fue lograr capturar el movimiento animal para trasladarlo al stop-motion. Nuestro grupo de protagonistas lo conforman cinco perros que han sido apartados de las manos de sus dueños y recluidos en la infame isla. Cranston, Norton, Goldblum, Murray y Bob Balaban ponen voz al inquieto quinteto canino, mientras que Frances McDormand y Greta Gerwig dan vida a una locutora de radio y a una joven estudiante y activista que busca restituir todos los perros a sus hogares. Johansson, Tilda Swinton, Harvey Keitel y Ken Watanabe completan la lista de voces famosas.

La expresión lograda en las caras de los perros, sus ojos colmados de lágrimas, son artificiosas aunque tan reales que nos acongojan, porque Anderson consigue hacerles transmitir emociones reales. Pero hay algo que Anderson y sus colaboradores, Roman Coppola y Jason Schwartzman, evitaron firmemente: el culto japonés al kawaii o ternura. Visualmente, el diseño de Isla de perros favorece lo brusco: vamos a ver abundantes costras, orejas rotas y pieles desgarradas. El mundo es hostil, y en la isla de la basura los perros están sucios y son bastante feos. Vamos a toparnos con cuotas exactas de ternura, humor y conciencia social.

Se trata de un trabajo redondo que puede ser leído en varias capas. Desde la más sencilla al acompañar a Atari en su viaje por encontrar a Spot, hasta conceptos más profundos como la sutil manipulación política, el prejuicio hacia los que son diferentes, el poder de los medios de comunicación, los intereses de las clases que manipulan el poder, y un sinfín de referencias más.

Isla de perros es stop-motion para adultos, no al estilo de Anomalisa pero tampoco es apta para niños muy pequeños, en este caso tiene calificación para mayores de 13 años.

Cine personal con personajes únicos y particulares, con el sello distintivo y estilo personalísimo de Anderson en cada escena. El trabajo nuevamente junto a Tristan Oliver como director de fotografía (quien ya había ocupado ese lugar en Fantastic Mr Fox) nos brinda un impecable resultado final.

La banda sonora existe gracias a Alexander Desplat, ganador del Oscar por su trabajo musical en El Gran Hotel Budapest y La forma del agua, quien también trabajó con Anderson en Fantastic Mr Fox.

En esta distopía retro la animación es impecable, el guión es inteligente e incluye eficazmente la crítica social; sin embargo el apartado artístico resulta tan deslumbrante que atrapa más que su guión.

Conclusión

Naturaleza, amor y amistad. Unos perros sucios pero tiernos, una isla llena de basura en Japón, stop-motion logrado a la perfección con la firma de Wes Anderson en cada plano: nada puede salir mal. Ingeniosa, bella, fantástica, realista, conmovedora, para dejarse maravillar con cada escena. Con obras como Isla de Perros, el cine demuestra que todavía tiene mucho para sorprendernos.