Iron Man 3

Crítica de Patricia Relats - El Espectador Avezado

Cuando pensamos en Iron Man se nos viene Robert Downey Junior a la cabeza de inmediato y no es casualidad: a esta altura todos sospechamos que Robert se metió tanto en la piel de Tony Stark que lo vemos disfrutando inmensamente en pantalla. Eso es lo que vamos a ver siempre y eso es lo que siempre se nos da.
En esta entrega, Tony está intentando superar los traumas que le dejaron los Avengers.
No es sencillo: tuvo que comprender mundos paralelos, aliens, otros superhéroes y hasta dioses. Frente a todo esto, una abnegada Pepper dispuesta a sacarlo adelante pero nuestro golpeado y egocéntrico muchacho no termina de encontrarle la vuelta.
Toda la película aparece, entonces, como una confesión en la que cuenta cuando empezaron los demonios que hoy se lo van a comer. Aparentemente las irresponsabilidades de antes nos dejan un presente caótico y será él quien tendrá que limpiarlo. Él por sobre todo, no el traje. Con esto tenemos una vuelta a la esencia del héroe, cuando todo lo demás se termina.
El supervillano no será otro que Guy Pearce como este genio que termina convirtiéndose en la peor versión de la ciencia y que creará armas terriblemente parecidas a los T-800. Sí, señoras y señores, por momentos uno juraría que está viendo Terminator pero, en ¿Qué gana? Terminator no contaba con Tony Stark.
También es cierto que gana desde el punto de vista en el que Pepper ya no es una simple damisela en apuros (si es que alguna vez lo fue). Crece frente a nosotros como esa mujer de armas tomar, dispuesta a enfrentarlo y a decidir donde la mayoría se tiraría para atrás.
Don Cheadle también vuelve a aparecer como el amigo militar que ya nos encantó en la segunda entrega y, así, todo va encajando. En argumento y en construcciones individuales, ninguna de las aventuras de nuestro hombre de hierro quedan fuera.
Con un guión plagado de gags tan bien articulados jugando un poco con el rol de superestrella más que la del héroe de capa y espada, cualquier situación lacrimógena se convierte en un festín y es que ser el bueno, para Stark significa pasarla bien.
Visualmente, tiene grandes efectos. Es una pena que el 3D no llegue a ser tan bueno como el de Avengers por momentos (hay que recordar que fue pasada al 3D y no filmada en él) pero es toda la carne al asador: batallas aéreas, explosiones por miles, hologramas de todo tipo de tamaños y colores. No queda ningún as bajo la manga ni ningún Chroma Key por usar. Pero es exactamente lo que vamos a ver.
Esta entrega vuelve a las bases y a la esencia del personaje como cierre de una primera etapa y es que cuando todo lo demás falla (situaciones demasiado vistas o demasiado predecibles), siempre lo que hace la diferencia es él. Y por eso lo amamos.