Iron Man 3

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

El héroe detrás de la máscara

Uno de los dilemas de los superhéroes (estereotipo ya fijado en la cultura popular) siempre pasó por una cuestión de identidad: ¿son ellos mismos o la máscara que crearon? Para los que tienen identidad secreta, esto es una cuestión, pero, ¿cómo funciona esto cuando todo el mundo sabe el doble rol? (algo que a Stan Lee ya le gustaba en los ‘60, cuando revolucionó los paradigmas de los superhéroes como guionista y editor en la flamante Marvel Comics).

En el caso de Iron Man, la cosa toma otro cariz. Millonario, genio científico, ganador con las mujeres, Tony Stark encima se da el gusto de salvar al mundo con las superarmaduras que diseñó, y todos lo saben y lo admiran, y le perdonan su justificable megalomanía. Ahora, ¿son estos trajes una extensión de sí mismo o sólo una herramienta para el verdadero héroe que hay dentro? Este dilema es la clave en “Iron Man 3”, ubicada temporalmente después de la gran batalla en Nueva York acaecida durante “Los Vengadores”, la superproducción que reunió a los más grandes de la Marvel.

Enemigos del pasado

El flashback del principio remite a sucesos ocurridos en la víspera de Año Nuevo de 1999: una científica bella para conquistar, un científico looser para olvidar... Trece años después, Stark es un hombre comprometido con la bella Pepper Potts, su antigua asistente y ahora cerebro de la empresa. Es respetado y admirado por los niños. Pero la experiencia traumática de la gran batalla, cuando estuvo al borde de la muerte, le quita literalmente el sueño.

En este momento de debilidad, entra en escena El Mandarín, reversión de un viejo personaje del cómic revisitado como una especie de Bin Laden de diseño (con imágenes árabes y emblemas con cimitarras), a pesar de que siga diciendo cosas chinas, y haya un par de chinitas rodeándolo: el perfecto prototipo del villano en los Estados Unidos de hoy, sólo que demasiado perfecto...

La guerra contra el nuevo adversario pondrá al buen Tony a la defensiva, teniendo que valerse de su ingenio (y su capacidad para manipular gente, también) para develar los misterios que se ocultan detrás del perfecto culpable. Despojado de sus súper recursos, tendrá que descubrir si el verdadero Hombre de Hierro es la cáscara roja y dorada, o lo que va adentro.

Crescendo

Shane Black, exitoso guionista (fue el creador de la saga de “Arma Mortal”) se ganó el rol de director (que en las dos anteriores estuvo a cargo de Jon Favreau), sobre un guión que firmó junto a Drew Pearce, basándose en una historia que el destacado Warren Ellis escribió para el cómic.

Con ese material, Black construye un relato denso, con un Stark que pasa mucho tiempo “de paisano”, y el descubrimiento de mascaradas del lado de los villanos. Porque para muchos puede ser una sorpresa que el Mal esté más cerca del traje y la corbata que de las barbas largas y los acentos raros. Por supuesto, los efectos especiales explotan en las escenas necesarias, cuando hay que mostrar en acción las habilidades del enemigo y por supuesto todas las variantes de armaduras diseñadas y controladas por el protagonista.

En cuanto a la narración, nunca aburre, apostando al crescendo de la intriga hasta llegar al clímax de la confrontación final. Es una película dura sí (con las escapadas humorísticas del protagonista) pero lejísima de ser “una de violencia y efectos especiales”.

El rostro

Pero todo esto se completa con Robert Downey Jr. como Stark, unidos (actor y personaje) por un pasado de desarreglos. Con el mismo humor hasta en los momentos trágicos con el que construyó a Charles Chaplin, con el mismo frenesí científico y la inefabilidad de su Sherlock Holmes, Downey elabora aquí a otra de sus mejores criaturas, un hiperegocéntrico exitoso hasta el empalago, y aun así es vulnerable, bondadoso, capaz de evolucionar y de hacerse querer (aunque mantenga su autoestima por encima de las nubes).

En el elenco repite Gwyneth Paltrow (la más hermosa del 2013, según la revista “People”) como Pepper Potts, dulce y tenaz fémina y la única que puede domar a la fiera; También Don Cheadle como el coronel James Rhodes, el mecanizado héroe estatal War Machine, ahora rebautizado Iron Patriot; y el mencionado Favreau, que reaparece en el rol del guardaespaldas Happy Hogan, ayudado por su físico imponente y su estilo juvenil.

La siempre sugestiva Rebecca Hall (la de “Vicky Christina Barcelona”) es la doctora Maya Hansen, la conquista sexual más cara de Stark, a la luz de los acontecimientos. Guy Pearce pone sus modales hipercorrectos para encarnar al ahora pagado de sí mismo Aldrich Killian, quien vengará el desplante con creces.

Ben Kingsley le pone el cuerpo a un Mandarín que da miedo, hasta que le toca actuar la actuación, lo que demuestra lo que ya sabemos: nunca será una mala elección. Completan el cast James Badge Dale y Stephanie Szostak como los esbirros de Killian, y Paul Bettany, nuevamente poniendo la voz a Jarvis, asistente digital de Stark.

Para la despedida, la escena oculta que enlaza con la nueva etapa de la franquicia vengadora: después y a pesar de todo, Iron Man está ahí detrás de la sonrisa socarrona del millonario genio.