Iron Man 2

Crítica de Diego Lerer - Clarín

La leyenda del indomable

Un nuevo show actoral de Robert Downey Jr. es lo mejor de una secuela apenas entretenida.

El superhéroe menos heroico está de regreso. Tony Stark, el empresario multimillonario, playboy incorregible, egomaníaco y alcohólico, ya es conocido por todos como Iron Man. Se acabaron los secretos. Pero para Stark no es un problema. Al contrario, es motivo para más show, para inflar más su ya exacerbado narcisismo. Es él, y nadie más, el único capaz de salvar el planeta. "Privaticé la paz mundial", se vanagloria.

En Iron Man 2, Stark se verá enfrentado a diversos problemas (y villanos) paralelos. Esa "justicia privatizada" no le cae nada bien al gobierno estadounidense, que quiere su tecnología para controlar ellos la seguridad mundial. Y por allí está también Justin Hammer (Sam Rockwell), un fabricante de armas que también quiere esos secretos. Y en el medio está Rhodey (Don Cheadle, que reemplazó a Terrence Howard), el amigo de Stark, que duda si debe o no dejar la seguridad del planeta en manos de semejante irresponsable. Y aún falta lo mejor: Ivan Vanko (Mickey Rourke), el hijo de un científico ruso que quiere vengarse de Stark por un asunto del pasado, y que es quien más cerca está, tecnológicamente hablando, de presentar una seria amenaza para Tony.

Todo esto, claro, sin hablar de su relación siempre distante con Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), su atracción por Natalie Rushman, una misteriosa asistente recién llegada a su empresa (Scarlett Johansson) y, finalmente, su problema principal: el reactor que le funciona como corazón está arruinando su cuerpo y puede matarlo si no encuentra una solución rápida.

Con todos estos materiales juntos, es claro que no puede haber una película sino una sucesión de escenas, enfrentamientos y, lo que patentó muy bien la película original, oportunidades para que Downey luzca su timing cómico frente a distintos partenaires.

Pese a eso, el asunto fluye con bastante naturalidad y no se transforma en el pastiche que fue El Hombre Araña 3. Más que nada porque el director Jon Favreau, sabe que el fuerte de la saga está en el jugo que los actores le sacan a cada escena, más que en su algo irrelevante trama o en sus escenas de acción, que no ocupan ni la mitad del tiempo de lo que lo hacen, por ejemplo, en Transformers.

Se ve que Favreau entiende que ver chocar a dos estructuras voladoras de metal durante una hora es agotador y prefiere mantener los enfrentamientos (salvo el primero y más espectacular, en un Grand Prix en Mónaco) en su justa medida. O bien, los productores se dieron cuenta de que, después de Avatar, las escenas de acción en 2D, ya no lucen tan bien como antaño y las recortaron.

Menos interesante que la primera (o al menos ya no causa la misma sorpresa la interpretación entre cómica y desaforada de Downey), pero indudablemente entretenida, Iron Man 2 es, a su manera, una suerte de despedida a los grandes tanques de acción en 2D. Se trata de una especie, como los superhéroes impecables de los años '50, en vías de extinción.