Invocando al demonio

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

Diablos

Hace unos años habíamos olvidado a los fantasmas como tema en las películas de terror, nos hemos ido interesando en esos entes lovecraftianos que evocan un terror no-humano, antiguo, esencial, e inexplicable que religiosamente podríamos llamar Demonios (no confundir con el genio maligno de Descartes que sólo estaba empeñado en hacernos fallar en operaciones matemáticas simples). Luego de que esos seres de maldad pura, cuyo único motivo de existencia es la degradación del alma humana, irrumpieran en el cine de terror moderno a través del cuerpo de Linda Blair en El exorcista nada ha sido lo mismo, aunque luego de Actividad paranormal se le llame película de terror a cualquier filmación entusiasta barata y con aspecto de video amateur de Youtube.

Invocando al demonio se llama originalmente The possession of Michael King, una herencia de una película de exorcismos más famosa y entretenida, El exorcismo de Emily Rose y una prueba más de cómo cierta línea de películas de terror industriales se hacen más o menos modificando algunas variables que van desde el título a la trama, y la forma. Hoy por ejemplo se filma casi todo al estilo de El proyecto de la bruja de Blair o la anteriormente mencionada Actividad paranormal, porque es muy barato y efectivo, y además el público por alguna razón llena desesperadamente las salas cuando se estrenan estas películas decididamente menores. En fin, Invocando al demonio utiliza en principio al ente maligno como una metáfora, a Michael King se le murió su mujer en un accidente horrible por lo cual podremos deducir que en su interior se está gestando algo espeso y oscuro, la angustia rabiosa que emanan los poseídos del cine. ¿Qué representaba el demonio que poseía a Regan en El exorcista? Para pubertad parece demasiado.

El vacío oscuro en el pecho de Michael King es rápidamente llenado por la maldad de un demonio y vemos todo en primer plano filmado con gopros y sus amigas ya que Michael King es convenientemente un documentalista obsesionado por filmar absolutamente todo lo que hace, incluso cuando esta poseído o se auto-exorciza. Es curioso lo ambicioso que son los documentalistas de las películas de terror que piensan que todo problema se resuelve filmándolo.

El director David Jung nos arroja una cantidad de secuencias de la degradación paulatina de Michael King y su paso al lado oscuro con más o menos la misma pericia que George Lucas al filmar el Episodio III, es decir: nada por aquí, nada por allá y aparece Darth Vader. Es que desde el punto de vista del protagonista exageradamente unitario se vuelve imposible construir algún otro personaje o crear algún tipo de expectativa. Como espectadores siempre estamos en la “zona caliente” de la historia donde sucede todo, así que nada es sorpresivo, no hay suspenso y no se juega con el fuera de campo.

Jung no termina de entender que el demonio tiene que estar escondido en lo más oscurode un sótano o del corazón, y que cada tanto su sola sugerencia alcanza para que se vaya gestando el monstruo.