Invocando al demonio

Crítica de Juan Ignacio Novak - El Litoral

Los sobresaltos de siempre

¿Realidad o elaborado engaño? Michael King sufre por la pérdida reciente y trágica de su esposa. Arrastra un evidente trauma: la certeza de que el asesoramiento errado de una vidente determinó ese desenlace. Asume así la misión de filmar un documental que le permita poner de manifiesto que las creencias en lo sobrenatural se basan en una elaborada farsa. Sin embargo, a medida que avanza en el proyecto, su personalidad se modifica notoriamente, comienza a escuchar voces en su cabeza y la voluntad de matar se apodera de él. Entonces el interrogante cambia: ¿Locura o posesión diabólica?

“Invocando al demonio” (un título algo más rudimentario que el original en inglés “The possession of Michael King”) apela al recurso, a estas alturas manido, del falso documental y en este sentido sigue “de manual” los códigos instaurados por la fundacional “El proyecto de Blair Witch” (1999), “Actividad paranormal” (2007) o la española “Rec” (2007) de Jaume Balagueró y Paco Plaza. Pero a diferencia de aquellas que se mantenían en todo momento fieles a su premisa inicial, aquí tras un prometedor arranque, la película se vuelve poco a poco más vacilante y carece de un punto de vista definido, lo que la torna por momentos algo confusa y aburrida.

Los actores realizan una aceptable aunque muy convencional labor, en especial Shane Johnson como el conflictuado protagonista y Cara Pifko como su esposa, quien sólo aparece en los videos caseros que Michael repasa obsesivamente.

No hay novedades

“Invocando al demonio” tiene los ingredientes esperables, desde los usuales golpes bajos hasta algunos toques de gore. Pero curiosamente no llega nunca a provocar miedo, porque todo parece ya visto con anterioridad. Los recursos que propone, argumentales y formales, de tan usados ya están completamente gastados. Ése parece ser el problema de las películas de este género: la constante preocupación por convencer al público a través productos prefabricados y adaptados al gusto masivo, reduce toda chance de originalidad. No se corren riesgos, pero eso rebaja la calidad del producto.

Algunas de las ideas que la película despunta en la primera media hora de metraje, cuando trata de mostrar aprovechando su formato de falso documental una especie de mundo extraño integrado por exorcistas, pseudocientíficos, satanistas, espiritistas y ocultistas, puede que sean valoradas por los incondicionales de los filmes de terror. Por lo demás, la ópera prima de David Jung no ofrece ninguna novedad, ni lo intenta siquiera. Los demonios son los mismos de siempre.