Invocando al demonio

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

El cine de posesiones y la excusa del material encontrado, dos vertientes que en los últimos años han ido de la mano varias veces. En Invocando al demonio se deja al exorcismo de lado, no habrá tiempo de eso; principalmente porque el protagonista quiere ser poseído, y luego por el vértigo y la rapidez no da tiempo a soluciones religiosas.
El guionista y director David Jung nos presenta a Michael King (Shane Johnson), un documentalista descreído, estas serán los dos aspectos de su personalidad que nos muestren y que nos interesen.
Recientemente viudo en un hecho trágico del cual hasta podría sentirse erróneamente culpable, Michael no creo en nada que tenga que ver con fuerzas del más allá, ni en Dios ni en el Diablo, ni en ángeles ni en demonios, en nada. Más aún, la muerte trágica de su esposa lo hace volcarse a cierta ira respecto a lo esotérico como podremos ver frente a una visita a la médium que frecuentaba su mujer.
Este padre de una niña, que planeaba hacer un documental sobre su familia, decide cambiará radicalmente su punto de enfoque (o según su visión no) y realizar un documental (al estilo Super Size Me) en el cual él ofrece su cuerpo para ser el envase de una posesión demoníaca. Primero compras “productos”, lo intenta burlonamente de forma casera, luego concurre a un matrimonio que lo droga con LSD y practica sobre su cuerpo un ritual que incluye sexo explícito; y para reforzar las cosas, concurre a una suerte de “doctor” esotérico, que también lo droga y realiza un ritual diferente pero igual de macabro.
Su idea era probar que nada sucedería con él, que todo eso es falso, que podría continuar con su vida como tal, pero…
Como aclaramos en el primer párrafo, Invocando al Demonio es otra muestra del Found Footage, un estilo estético y narrativo que a esta altura ya sospechamos que llegó para quedarse. Utilizado en producciones de (muy) bajo presupuesto, como adivinamos que puede ser esta; hace uso de cámaras en mano, largos planos estáticos, personajes que hablan a cámara o aparecen de costado, y un total descuido de las formalidades.
En este sentido, Jung sabe sacar provecho a esta cuestión, el film logra momentos de mucha tensión y varios sobresaltos debido a ese recurso. El video tiene interferencias, se pixela, se escucha más de lo que se ve, se cortan las luces y durante los rituales de posesión (sobre todo el del matrimonio) la cosa se pone bastante brava.
Por otro lado, la excusa de “filmar lo que vemos” no logra mantenerse con verosimilitud mínima, cosa que ocurre en todos los films de ese estilo. Planos imposibles de lograr con cámara en mano, camarógrafos que luego desaparecen, tomas fuera de la casa que no se entiende quién las filma, secuencia en cámara rápida en una post edición inexplicable. Ahí encontramos el gran punto flojo del asunto.
"Invocando al demonio" es un film netamente efectista, no posee un gran argumento, varios elementos están atados con alambre, y cuesta creerse varias decisiones (no solo del protagonista), pero en los momentos en que asusta nos olvidamos de eso y saltamos de la butaca.
Hablamos de un film con un potencial para ser mucho mejor de lo que termina siendo; que se hubiese potenciado con una narración tradicional (matizada con ciertos momentos de filmación rústica cruda) y un guión con un poco más de vuelo. Lo que tenemos es un producto que funciona a fuerza de golpe de efecto, que agradecemos su escasa duración, y que pasa como un momento bastante tenso, pero nada más que eso, momentos.