Invocando al demonio

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

El Diablo en el cuerpo

“Quiero filmar un documental para mostrar la vida maravillosa que tengo”, dice Michael King mientras disfruta un picnic con su familia. No bien termina la frase, su mujer muere en un accidente automovilístico desatado a raíz de ocuparse de una tarea anodina que debía recaer en él. El cóctel culpa + tristeza + viudez es demasiado para Michael, quien -en su intento por reencontrarse con ella y cargado con un descreimiento en apariencia imperturbable- recaerá en todos y cada uno los ritos vudú / de magia negra / satánicos.

La primera parte de Invocando al demonio muestra al protagonista dialogando con distintos expertos en el tema y sometiéndose a sus voluntades. El escepticismo inicial quedará rápidamente en el olvido y se desatará la posesión aludida en el título anglosajón. A partir de ahí, lo de siempre: algunos sustos, voces del más allá incitándolo a asesinar a los suyos, y el deterioro físico y mental de un personaje al que nadie está demasiado dispuesto a ayudar. Todo esto mostrado en primera persona, ya que Michael se propuso retratar su experiencia y no cejará en hacerlo ni siquiera en plena posesión: incluso con Lucifer adentro de su cuerpo, el tipo nunca se olvida de prender la cámara.

Otro (y van…) exponente de cine de terror construido sobre la base de falsos archivos documentales, este debut en la dirección del también guionista David Jung aporta poco y nada al género porque a un desarrollo predecible le suma una construcción formal a puro montaje vertiginoso y encuadres imposibles dentro de la lógica “autofilmada”, anulando así cualquier atisbo de suspenso e imposibilitando el retrato del enrarecimiento progresivo del entorno mínimamente verista generados por los largos planos de la saga Actividad paranormal que, al lado de esta propuesta, resulta una auténtica obra maestra.