Invictus

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

Demasiada inspiración

En lo que parece ser una costumbre reciente, el viejo Clint retoma la temática histórica (el famoso "basado en un caso real") esta vez un poco más próxima en el tiempo que sus últimas cintas ("El sustituto", o el díptico "La conquista del honor" y "Cartas desde Iwo Jima"). Nos trae a los primeros años de Nelson Mandela libre, un líder en el que la cambiante Sudáfrica se apoyó para dejar atrás los años vergonzantes del apartheid. En una apelación a las pasiones que inflaman el espíritu patriótico, el entonces presidente jugó una baza inesperada: enfocar sus energías al deporte, al rescate de un equipo de rugby decadente que significaba mucho más para la minoría blanca que para sus hermanos de raza.
Como siempre, Morgan Freeman no defrauda en su rol protagónico, un personaje que ocupa la pantalla aún de manera omnisciente. La presencia de Madiba (nombre que los sudafricanos le daban a Mandela) se siente en todo momento, de manera incluso excesiva, quizá por ese intento de Eastwood para hacer que su espectador comprenda la magnitud de su figura como inspiración a nivel nacional.
Para aquellos que sólo escucharon hablar del apartheid de manera superficial, escenas como la que se producen en las afueras del estadio al momento de la gran final son un momento sensiblero, distractivo. Las secuencias en ralenti no contribuyen a un auténtico clima cinematográfico, sino que parecen funcionar más como un aliviador de la tensión sobre un final que llega flojo de emociones para el público que no tiene particular afecto hacia los deportes. Eso sí: capta muy bien esa suerte de delirio colectivo de las naciones desesperadas por un poco de motivación. Después de todo... es Clint Eastwood, y su vigencia indiscutible, sumada a una experiencia bien ganada por los años de cine, hacen de cada historia suya una pequeña gema. Algunas, por supuesto, brillan más que otras.