Interestelar

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

Entre las muchas exageraciones y mentiras que orbitan alrededor del mundo del cine (muchas, es cierto, infladas por la prensa y el marketing) hay una que dice que Cristopher Nolan es uno de los mejores directores del momento. Hay, después de todo, al menos buena parte de su filmografía como para sostenerlo: Memento (2000), la remake de Noches Blancas (2002) y El Caballero de la Noche (2008) son claros ejemplos de ello.

Pero también hay otra parte de su obra que, si bien no parece contradecirlo del todo, sí presenta serias dudas acerca de esa afirmación: la tercera parte de la saga de Batman fue un producto bastante flojo, con inconsistencias de guión y desarrollos penosos, y una interesante pelicula como El Origen (Inception) presentó indiscutida espectacularidad y belleza cinematográfica, pero no resistió demasiado bien el paso de tiempo, así como las mil parodias y analisis que terminaron por demostrar que su pretendida intelectualidad le quedaba realmente grande. Interstellar, la película más anunciada del año, lamentablemente continúa esta línea de grandilocuencias injustificadas y profundiza los problemas que sitúan al realizador más cerca de un M. Night Shyamalan que de un Andrei Tarkovsky.

La premisa -revelada con lujo de detalle desde el trailer- tiene a Matthew McConaughey como un granjero que supo volar para la NASA y un buen día, años después de una hecatombe mundial provocada por la escasez de alimentos, se ve moralmente obligado a volver a dar una mano en una misión secreta que, indefectiblemente, lo alejará de su familia. La esperanza de la humanidad dependerá de dicha misión pero, claro, las cosas no serán lo que parecen a medida que sucesivas vueltas de tuerca irán revelando la verdadera naturaleza de la misma.

Es justamente en éste último punto en donde comienzan los problemas: pese a contar con un metraje que supera las dos horas cuarenta, Nolan olvida fragmentos importantes de caracterización necesarios para empatizar con sus personajes, y se concentra en giros inesperados que no tienen impacto porque, justamente, es difícil darle importancia a lo desconocido. Así, en un abrupto cambio de tono, una científica se debate entre la racionalidad y el amor escogiendo el último (¡¿?!), por una pasión desenfrenada que siente por un personaje anónimo cuya existencia era desconocida hasta hace unos segundos de lo enunciado. Hay contradicciones, incongruencias, promesas quebradas y múltiples idas y vueltas que llevan a ningún lado, junto con apariciones estelares sorpresa que no aportan más que curiosidad e inmediatamente después, olvido.

Interstellar es una película con reminiscencias a Kubrick (2001: Odisea al Espacio), Terrence Malick (El Árbol de la Vida o su filmografía entera, acaso), Robert Zemeckis (Contacto) Tarkovsky (Solaris) y Spielberg (Encuentros Cercanos, Inteligencia Artificial). En comparación a todas ellas palidece tristemente y, lo que es peor, tampoco logra siquiera empatar al mejor -y más cercano- exponente sci-fi de los últimos tiempos, Gravedad (Alfonso Cuarón). Hay críticos cinematográficos que elaboraron una interesante comparación al mencionar que el presupuesto del film, cercano a los US$165 millones, podría ser capaz de financiar decenas de miles de películas como la ópera prima del director, The Following. Quizás sería una buena idea que Nolan empiece a considerarlo.