Interestelar

Crítica de Juan Pablo Martínez - Fancinema

Endurance Test

En un momento de la divertidísima Starcrash, de Luigi Cozzi (léase, el rip-off italiano de Star Wars), Akton, el Han Solo de cabotaje interpretado por Marjoe Gotner, quien porta una porra ricitos-de-oro tan increíble como la historia de vida de ese actor, debidamente documentada en la excelente Marjoe, demuestra que sabía que uno de los personajes era en realidad un traidor. A esto, la low-budget Leia, llamada Stella Star (!), le responde: “Entonces, ¡podés ver el futuro!”. Esa elucubración por parte de Stella, que no tiene ningún tipo de razón de ser, se convierte en otro elemento involuntariamente gracioso de una película hermosamente berreta y llena de efectos especiales truncos, escenografías de cartón pintado y muchas luces de colores, pero con un espíritu festivo que se contagia en todo momento (el Luke Skywalker de esta película está interpretado por ¡David Hasselhoff!).

Incoherencias de ese tipo hay a montones en Interestelar. El problema es que acá no resultan adorables porque están impregnadas, como cada segundo de la película, de la autoimportancia y pedantería de un director como Christopher Nolan, quien goza de una legión de fanáticos a los que el hecho de que a uno no le guste su obra les parece algo inconcebible y digno del peor de los escarnios. Sí, el fanático nolanista medio es de llenar de comments agresivos las notas en contra de películas de Nolan (la gran crítica estadounidense Stephanie Zacharek sigue recibiendo insultos vía comment en casi todos los artículos que escribe en medios que incluyen comentarios de usuarios porque osó hablar mal de El origen cuando se estrenó, y ahora anduvo recibiendo una buena cuota de ellos porque tampoco le gustó Interestelar). Y este fanatismo desatado también es compartido por varios críticos: con motivo del estreno de Interestelar, pudimos ver disparates tales como reconocer las montones de fallas que tiene la película pero sugerir hacer la vista gorda y terminar poniéndole un puntaje de cuatro estrellitas y media sobre cinco (la cual se puede leer acá) o hablar de la “perfección intrínseca” de la película y tratar de “palurdos” a quienes optan por ver otro tipo de películas pertenecientes a una cultura supuestamente más baja (ver aquí) que aquella a la que Nolan pertenece. Y esto último está en perfecta concordancia con el cine de Nolan en general y con Interestelar en particular. Aquí Nolan hace todo tipo de esfuerzos como para quedar como un erudito; como un tipo instruido que hace un cine intelectualmente superior a la media. Ahí tenemos su supuesto “realismo”, porque no vaya a ser cosa que nos rebajemos a la aventura. Ahí lo tenemos citando TRES VECES a Dylan Thomas y una a Joseph Conrad (“Esto es un ‘corazón de las tinieblas’ literal”, dice un personaje). Ahí tenemos esa arrogancia supina que lo hace, por ejemplo, renunciar completamente (e incluso explicitándolo con aquello de la programación en los robots) a cualquier atisbo de humor, porque el humor, según pareciera creer Nolan, está reservado a aquellas películas “para la gilada” que ponen escenas post-créditos y que, según dijo hace unos días para seguir manteniendo su tan mentada pedantería, “no son verdaderas películas” (estoy completamente convencido de que hay muchísimo más cine en la escena post-créditos de Guardianes en la galaxia que en toda Interestelar).

Todo en la película es pesado, moroso, importante, grandote: Nolan nos machaca en todo momento con imágenes enormes e imponentes (lo cual no significa que Nolan filme bien; la escena del planeta con agua, por ejemplo, está pésimamente resuelta y todo lo que sucede en ella es confuso), con música (y silencios) grandilocuente(s), con actuaciones que son el colmo de la afectación (a McConaughey, quien aquí está pésimo, no se le entiende nada de lo que dice), con (supuestas) emociones desbordadas en forma de líneas de diálogo (de parrafadas, más bien) que, si aparecieran en una película de Eliseo Subiela, a todos los que las celebran en esta película seguramente les resultarían ridículas. Y aquí está una de las falencias más grandes de Nolan: el tipo no narra bien. Lo siento, muchachos, pero alguien que necesite explicar en diálogos absolutamente todo lo que pasa para que se entienda -esto ya estaba en El origen, una película que bien podría haber existido solo en audiolibro- y que desconfíe totalmente del poder narrativo de las imágenes, los gestos y las miradas no es un buen narrador. Además, Interestelar está construida en base a una serie de caprichos de guión: aquel montaje paralelo que se come buena parte de la película pareciera estar ahí como para demostrar una supuesta maestría narrativa por parte de los Nolan, pero es pura ostentación, y todo está forzado. Y Nolan y su hermano y coguionista Jonathan siempre fueron maestros de la trampa guionística, pero en Interestelar llevan todo esto hasta límites canallescos, especialmente en los últimos cincuenta minutos, que son el colmo de la arbitrariedad (pero no una arbitrariedad hitchockeana, es decir, juguetona; lo lúdico es ajeno al universo Nolan) y el Nolan ex machina; una sucesión de coincidencias que, nuevamente, resultarían inaceptables en cualquier otra película. Nada de lo que sucede en la película pareciera darse de forma natural, sino más bien “porque lo dice el guión”, pero el último acto de Interestelar es el colmo de la chantada.