Interestelar

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

La fórmula del amor. Eso es lo que viene buscando Christopher Nolan en sus películas “personales” como la reciente EL ORIGEN y la actual, INTERESTELAR. No, el hombre no se dedica secretamente a las comedias románticas disfrazándolas de ciencia ficción. Lo que el británico busca en sus películas parece ser encontrar esa fórmula literalmente: la ecuación matemática, la que requiere de pizarrones, cálculos, conocimiento de física cuántica, teoría de la relatividad y diversas otras áreas de los altos estudios. Debe haber, supone Nolan, un número mágico que solucione todos estos asuntos aparentemente tan complicados: el pasado, el futuro, porqué los hijos se pelean con los padres, los padres con los hijos, las esposas suelen morirse antes de tiempo y Michael Caine no envejece nunca. Nolan está obsesionado con eso y, lamentablemente para todos nosotros, no parece que su búsqueda vaya a terminar pronto.

INTERESTELAR, más que cualquier otra cosa, es una película de ciencia ficción en la que el más cerebral de los cineastas trata de explicarnos cuestiones como el amor y los sentimientos, y cómo nos alteran la vida –y las decisiones que tomamos– más allá de lo imaginable. Y no, no puede. Lo intenta de mil maneras: mezclando Isaac Newton con Dylan Thomas, los descubrimientos de Albert Einstein con textos que parecen sacados de canciones románticas de los ’80, una granja de película de los ’30 (o de la versión Shyamalan/Spielberg de la “América profunda”) con la visión futurista más enrevesada desde que a Stanley Kubrick se le dio por meterse con los malogrados “starchilds”. Impacta, por momentos, pero no mueve un pelo.

interstelarEl modelo del director de EL CABALLERO DE LA NOCHE es Kubrick, sí, pero también Spielberg, EL MAGO DE OZ, el citado Shyamalan y toda la bibliografía que su hermano guionista encontró acerca de cómo la humanidad sobrevivirá el día que el planeta termine por partirse en mil pedazos. Pero los Nolan saben –aseguran que saben– que las películas sobre complejas soluciones científicas a asuntos humanos deben tener un eje, digamos, humano. El problema es que ése suele ser el lugar donde se les presentan todos los conflictos: cómo “bajar” una serie de ideas propias de una clase universitaria sobre Agujeros Negros, Fuerzas Gravitacionales y el Teorema de la Singularidad de Penrose-Hawking, y hacer un con eso un drama entre personas. Y no lo consiguen.

El problema es que tampoco consiguen lo otro: transformar esas ideas en imágenes que funcionen por sí mismas. Asumamos que, como el propio Kubrick, Nolan es un cineasta frío que tiene dificultades para manejarse con las emociones humanas más clásicas y tratemos de disfrutar la película como una fascinante exploración interespacial pura y dura. Pero tampoco logra envolvernos en eso porque se ve obligado todo el tiempo a hacer algo que podríamos denominar techposition. En la jerga cinematográfica “exposition” es el término que se usa cuando los personajes más que dialogar se explican el uno al otro (y, fundamentalmente, a la audiencia) qué es lo que está sucediendo en la trama. En GAME OF THRONES, de hecho, inventaron un hermoso término que es la “sexposition” que no tiene que ver con posiciones sexuales sino con la cantidad de escenas en las que, mientras tienen sexo con bellas prostitutas que hacían dietas fibrosas en Westeros, los personajes se (y nos) explican lo que está pasando entre los Lannister, los Stark y la amenazante Daenerys Targaryen y su trío de díscolos dragones.

interstelar4El techposition de los filmes de los Nolan es decididamente irritante y saca a cualquier espectador de la posibilidad de meterse de lleno en sus películas (salvo en las de Batman que, por suerte, casi que se explican solas). Un astronauta le cuenta a otro qué es lo que está haciendo cuando es obvio que es algo que deberían haber hablado antes, una escena dramática tiene que arruinarse con frases como “descubrieron cómo hacer nuestras tres dimensiones dentro de sus cinco dimensiones” (no pregunten, ya la escucharán) y sienten la necesidad de que todos los movimientos interplanetarios que los protagonistas hacen para salvar, ya no a la Tierra sino a sus habitantes, sean entendidos y puedan ser explicados en clase y aprobados por un profesor.

No hace falta. La ciencia ficción tiene algo de magia y esa “fórmula” del amor debería tenerlo también. Solo basta mirar GRAVEDAD, la película de Alfonso Cuarón que con mínimas explicaciones técnicas nos ponía en cuerpo y alma allí con Sandra Bullock, su casco y sus cables, y no nos importaba demasiado si los chinos manejaban sus naves para la derecha o para la izquierda. O cualquier película hollywoodense en la que la “química” entre dos protagonistas no se explica en un pizarrón sino en las miradas entre un actor y otro, la forma de entenderse cuando hablan, en su sentido del humor compartido. Nolan no entiende qué quiere decir todo eso y tal vez no le importe. Quizás en el futuro descubra un brebaje que permita salvar a la humanidad del desastre –o al menos que Huracán logre volver a jugar en Primera de una vez por todas–, pero lo cierto que por ahora solo logra arruinar sus propias películas.

interstelar3Y lo digo de una manera, si se quiere, dolorosa, porque es claro que Nolan es talentoso, es inteligente y hasta puede ser brillante. Pero no tiene sensibilidad alguna para tratar con personas. Se nos dice que INTERESTELAR es la historia de un grupo de astronautas que viaja a otras galaxias con la intención de encontrar un mundo habitable para la raza humana y se nos plantea, como conflicto principal, las dificultades de los protagonistas (Matthew McConaughey, especialmente) de separarse de sus seres queridos (sus hijos, ya que aquí también, mamá murió) en pos de un potencial bien a la humanidad –salvar a todos aún a costa de perder a los propios– o perecer en el intento. Pero en la película casi nunca se siente, emocionalmente, esa dualidad. Se habla (todos lo hacen, varias veces, hasta repitiendo un clásico poema de Thomas) y los personajes se plantean a sí mismos si deben hacer lo que les dicta la lógica o el corazón, pero casi nunca eso vibra como emoción real. No lo logra el talentoso Matthew ni la fácilmente lacrimógena Anne Hathaway, ni tampoco Jessica Chastain, que encarna a la hija de McConaughey (ya entenderán cómo) ni otros actores que aparecen “sorpresivamente” más adelante en la historia.

La película puede tener imágenes fascinantes, pero así como al principio un personaje declara que la llegada a la Luna fue falsa –un invento para quebrar económicamente a la entonces Unión Soviética–, uno siente exactamente lo mismo viendo INTERESTELAR. Se le notan los hilos, los cables, la construcción. Es una película tragada por su propio guión, atorada por él, como si Christopher no pudiera decirle a su hermano Jonathan que no hace falta un chart que explique las paradojas espacio-temporales de los agujeros negros (al final, más que entenderlas nos confunden, aunque sería spoilear hablar de eso) y que si la película conecta y los personajes nos interesan, nos da igual cómo funciona el Campeonato Mundial de Galaxias y lo que tarda cada una en dar una vuelta sobre sí misma y ganar la Medalla de Oro…

interstellar-6Spielberg lo sabe hacer como nadie –vean sino INTELIGENCIA ARTIFICIAL, que nos hace llorar a moco tendido y no recordamos los trucos que unieron a los personajes al final, y ni hablar de ENCUENTROS CERCANOS DEL TERCER TIPO que la entendí perfecto a los nueve años–, Cuarón está demostrando ser un maestro en este terreno y en algún momento hasta lo supo hacer Shyamalan. Pero Nolan no puede. Tal vez teme que el Ejército de Geeks con Anotadores y a la Armada de Ingenieros Espaciales vengan con sus propios PowerPoints a discutirles la relación entre un minuto en un agujero negro y un año en la Tierra, y entonces se ve obligado a mostrarnos que hizo los deberes.

Los Nolan seguramente haya sido los mejores alumnos de todas las clases a las que concurrieron, de eso estoy convencido. Y seguramente también impresionaron a sus profesores con sus conocimientos. Lo que no creo es que hayan logrado interesar demasiado a sus compañeros “no especializados” con sus 500 páginas para explicar cómo funciona un ventilador de techo, digamos. Y ni hablar de su relación con el sexo opuesto: tan nerds y obsesionados con los detalles son que cualquier cosa que se parezca a una mujer o bien está muerta, o queda varada en el espacio, o es una madre o una hija, con quienes las relaciones son utópicas o conflictivas, pero que no incluyen nada parecido a lo sexual. El amor, para los Nolan, es una cosa que se pasa de padres a hijos, como los tomos de la Enciclopedia Británica o la Breve Historia del Tiempo, de Stephen Hawking. Estrechándoles las manos, claro, como buenos caballeros británicos que son.