Insurgente

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

La tetralogía perdió el filo en su segunda entrega.

Luego de una muy buena primera entrega (fluida, con sentido de la aventura, límpida), la serie Divergente entrega una segunda parte decepcionante. Sí, todavía queremos saber cómo se resuelve el destino de esta sociedad segmentada y ultraorganizada del futuro. Sí, Kate Winslet es una gran villana y Miles Teller sabe ser sinuoso. Sí, la protagonista Shailene Woodley tiene notorio encanto y versatilidad, acorde con el personaje. Pero la narrativa de Insurgente es chirle desde el principio hasta el final. Hay uso y abuso no sólo de pruebas virtuales, sino también de sueños que explican lo que después igual se explica otra vez, música que imita a la de las Batman de Nolan -también en exagerar lo trepidante, que no se traduce a la acción- y una acumulación hasta ridícula de salvaciones en el último segundo.

Insurgente nos lleva a preguntarnos qué fue lo que pasó entre una y otra entrega. Y lo que pasó fue que cambiaron el director, los guionistas, el director de fotografía, el compositor y hasta a uno de los montajistas. Es decir, un cambio demasiado fuerte de conductores, que demuestra -una vez más- que las películas son mucho más que una marca a la que se le suman actores y producción.

El director de Divergente, Neil Burger, iba a dirigir Insurgente, pero declinó hacerlo ante el apuro con el que se planteó la secuela. Y entró el alemán Robert Schwentke, que ya con Plan de vuelo, con Jodie Foster, había probado que la narrativa fluida no era lo suyo. Le salió mejor Te amaré por siempre, una romántica con Rachel McAdams y Eric Bana.

Puesto frente al desafío de la acción futurista de Insurgente, Schwentke apenas consigue imágenes trepidantes y no logra que funcionen las secuencias. Por ejemplo, en el escape inicial no resuelve el verosímil de las velocidades de malos y buenos en la persecución, y en todo el relato la puntería de los tiradores es demasiado arbitraria.

Por otra parte, la -poca- acción que hay en la película se siente forzada. Y esto es así porque consiste, básicamente, en cambios de lógica sobre quién tiene el poder en cada situación en que se enfrentan dos grupos. Mientras tanto, entre explicaciones y más explicaciones, se busca a un sujeto "divergente" que pueda ser capaz de abrir una caja cifrada con un mensaje. Y es obvio, y está claro desde el principio, y este asunto podría haberse concentrado en pocos minutos, pero se estira para que Insurgente sea una película de dos horas y no una sola secuencia. La lógica de las trilogías y la velocidad para explotar una marca se han cobrado una nueva víctima cinematográfica.