Balada de un hombre común

Crítica de Alan Echeverría - Cinéfilo Club

Odisea gatuna

Los hermanos Coen construyen una película que vuelve a generar una especie de efecto tardío en el espectador. La sensación al toparse con los créditos va mutando a medida que los minutos corren y nuestra mente empieza a hilvanar ideas y a transitar por diversos pasajes de la historia hasta determinar su veredicto final.
Oscar Isaac sorprende gratamente y responde de gran forma encarnando, en su protagónico, a Llewyn Davis, un cantante de folk que intenta ganarse su espacio en el mundo de la música. Un bohemio neto que no tiene hogar y deambula pasando noches en donde amigos le brinden alojamiento esporádico. Nuestro antihéroe viaja de un lado hacia otro, buscando consolidación en su rubro a partir de que algún sujeto importante de la industria le conceda la oportunidad.
Hay algo de Barton Fink en lo solitario y desolado del personaje principal. También existe similitud si lo observamos como aquel artista que falla, que fracasa. La descripción e incursión narrativa acerca de los perdedores es un tema que los Coen entienden y pueden retratar muy bien; como ha mencionado Joel, saben volcar a la pantalla este tipo de crónicas, puesto que “las de los ganadores ya están todas contadas”. Y así nos encontramos con un sujeto con el que no es fácil tener empatía. Isaac le pone el cuerpo a una persona que si bien se muestra abandonada es impredecible. Entre arranques de bronca y un notorio dejo depresivo que se exterioriza a través de su tono al hablar, Llewyn, en su interior posee corazón. El sentimiento lo manifiesta cuando toma su guitarra, ensaya unos acordes y desploma por medio de la voz cantante su desamparada alma en unas cuantas melodías dignas de oír por la armonía que transmiten.
Las acentuaciones onírico-surrealistas no pueden faltar en este tipo de proyecciones cuando los hermanos oriundos de Minnesota están bajo la dirección. La apelación constante a la Odisea de Homero en su filmografía también se hace presente aquí, sazonada con la visión y resolución particular de los creadores de la cinta. Se agradece observar a un siempre entrañable John Goodman, además del buen aporte de secundarios que tienen sus momentos, como Carey Mulligan y Justin Timberblake. Oscar Isaac acapara el interés demostrando una excelente capacidad afectiva, llevando a cabo una actuación que lo define por una aguda expresión en su/s mirada/s.
Con un ritmo manso, de a ratos y especialmente en escenas de la primera mitad algo lagunera, Inside Llewyn Davis es curiosamente atrapante, hipnótica y profunda. La fotografía deleita por su oscuridad y juegos de sombras, en un invierno tan gélido como el rumbo del protagonista. Un film que no precisa de vueltas de tuerca ni giros inesperados para conquistar y enlazarnos. Con la estampa Coen.

LO MEJOR: la interpretación de Oscar Isaac. Los momentos musicales, tan armónicos como personales, cercanos al espectador. Detalles técnicos y simbolismos.
LO PEOR: de tramos lentos, sobre todo al principio.
PUNTAJE: 8