Inseparables

Crítica de Laureano Manson - MDZ Online

Existen tres tipos de comedia: las que divierten, las que naufragan y las que funcionan a la fuerza. Inseparables ingresa de prepo en la tercera categoría. Una película machacona y empalagosa, que puede compararse a esas reuniones de amigos en las que un nuevo invitado hace lo posible por conquistar la atención de todos.

De principio a fin, el tono de este estreno nacional es subrayado y moralizante. No hay matices ni transiciones. La nueva película de Marcos Carnevale (Elsa & Fred, Corazón de león) se propone tomar al espectador por el cuello con su ultra calculada "lección de vida".

El origen de esta producción que apunta a ser furor de taquilla es la comedia Amigos intocables, film francés estrenado en 2011 que se transformó un suceso descomunal con más de 20 millones de espectadores en su país. Tanto en la versión original creada por la dupla Olivier Nakache & Eric Toledano, como en la adaptación de Carnevale; dos personajes de contextos muy distintos entablan un vínculo de comprensión y compañía que logra trascender las barreras de clase. En el caso de la producción gala, el encuentro entre un tetrapléjico millonario y un ex convicto de origen senegalés, dio en el blanco emocional de una sociedad atomizada por la intolerancia y la xenofobia. El anclaje argento encuentra su equivalente en esta operación remake, a través de la complicidad entre el mencionado aristócrata de cuerpo casi completamente inmovilizado (un siempre correcto Oscar Martínez), y un tipo del conurbano con mucha calle (un Rodrigo de la Serna en modo desbordado).

En un contexto tan reaccionario como el que estamos atravesando en nuestro país, en el que se ha trazado una infranqueable trinchera entre ricos y pobres, Inseparables tal vez venga a traer algo de esa mezcla de alivio y expiación de culpa que proveyó en Francia la película Amigos intocables. Tanto en el caso del film original como en su trasposición argentina, algunos podrán señalar que flota cierta tendencia a la demagogia. Pero allí está como telón de fondo, el hecho de que esta historia está basada en personajes reales. Si bien la humanidad se ha empeñado en hacer imposible el encuentro entre clases, existen casos como el de Philippe y Driss (aquí Felipe y Tito); que son una celebración que derriba todo tipo de fronteras.

Más que cuestionar un matiz demagógico en Inseparables, lo que se puede señalar como inverosímil a primera vista, es la inmediatez con que Felipe se encariña con Tito, sin poner jamás filtro ni reparo alguno. Toda trama vincular supone una serie de etapas que este guión se empecina en saltar. Por otro lado, el carácter mesiánico full time del personaje interpretado por Rodrigo de la Serna tampoco ayuda a la fluidez del relato. Esa idea de que su irrupción se transforme no sólo en la salvación del dueño de casa, sino de todos los que habitan la gran mansión; resulta tan forzada como irritante.

Y es así como volvemos al tema del abuso de confianza, en una película que insiste tanto en ir todo el tiempo arriba, que fastidia a los cinco minutos de su comienzo. Salvando el enorme talento de Alejandra Flechner, en un personaje secundario que es lo más exquisito que tiene esta propuesta, el resto es pura repetición y subrayado. La música original de Gerardo Gardelín se ubica en el triste podio de las bandas de sonido más fallidas de la historia del cine argentino, con "pianitos" que tienden a inflamar la emoción de algunas escenas; que en realidad no necesitan de ningún agregado musical para resultar elocuentes. Ni hablar de los pasajes más cancheros de la historia, en los que Gardelín intenta acompañar las aventuras de los personajes centrales, con tracks que son una mezcla entre el groove soul de las comedias americanas, y melodías que suenan a jingle de supermercado.

En la exageración del arsenal de recursos de probada eficacia y en esa urgencia de ir siempre a lo seguro, es donde reside el mayor fracaso de Inseparables. Una película concebida desde un enfoque más gerencial que sensible, con un grado de pereza creativa que lleva al realizador a calcar planos, encuadres y hasta detalles de la ambientación del film original francés. Sin dudas, Carnevale es un gran conocedor de lo que funciona y lo que no funciona en el público. Tal vez si relajara un poco esa presión alrededor de las fórmulas, lograría sobrevolar del producto eficaz al cine genuino.