Infierno grande

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

“Infierno grande” interna a su personaje protagónico en una atmósfera de extrañamiento a los pocos minutos de comenzar. La muerte y la violencia se esconden en un pequeño pueblo de La Pampa. Los mitos y las devociones populares se mezclan en una road movie de atmósfera asfixiante que sin embargo cuenta con un personaje femenino capaz de abrirse camino a cualquier precio y con la fuerza de demoler prejuicios y supuestas debilidades.

   Guadalupe Docampo y Alberto Ajaka interpretan a María y Leonel, una pareja con una clara disparidad de poderes, enfrentados por la violencia contenida de él, un político en campaña, y la determinación de ella, una docente a punto de parir que quiere emigrar y que compone como puede sus obligaciones, su embarazo y los desbordes de su marido.

   El filme se desarrolla en su mayor parte en un territorio deshabitado, bellamente fotografiado por Tebbe Schoningh, en un trabajo que refleja la desolación del campo abierto donde la hasta la idea de civilización parece ajena al contexto. El director Alberto Romero, también autor del guión, evoca por momentos algunos climas de las narraciones de Borges, entre lo ominoso y lo fantástico, y lo hace con una economía de recursos admirable, algunos personajes surrealistas, como un cura con su iglesia ambulante, y locaciones en Naicó, un pueblo fantasma de La Pampa devorado por la naturaleza, como lucen los personajes de Romero.