Infierno en la tormenta

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

ALTA TENSIÓN CON COCODRILOS

Las películas de cocodrilos asesinos siempre han estado a la sombra de sus hermanas mayores, las películas de tiburones. Es que las segundas cuentan con Tiburón (1975) en su currículum, probablemente la mejor película de Spielberg y una de las mejores de la historia, y nadie ha hecho hasta ahora una obra maestra icono de la cultura popular con cocodrilos. Por ahí andan El cocodrilo (Lake placid, 1999) con Bill Pullman y Bridget Fonda, pequeño fenómeno del VHS noventero, divertida pero irregular cuanto menos; también Rogue (2007) mucho más visceral y efectiva, del director de El cazador de Wolf Creek (Wolf Creek, 2005) Greg McLean. Entonces, ¿Tenía que llegar el francés Alexandre Aja pera darnos finalmente a la mejor película de cocodrilos jamás filmada? Puede ser, aunque Infierno en la tormenta es bastante más que eso.

Estamos ante una película de conceptos claros que estira su premisa hasta límites, digamos, gratamente sorpresivos; de hecho, la podemos describir como una mezcla feliz entre No respires (2016) y Miedo profundo (2016). Todo arranca con un prologo intenso de mucho ritmo, fundamental para poner en marcha la maquinaria narrativa, presentando rápidamente a los protagonistas, Haley (Kaya Scodelario) y su padre Dave (Barry Pepper), la dinámica de la relación entre ambos y un huracán como escenario del drama y contexto maravilloso para la aparición de los cocodrilos. La trama básicamente es la siguiente: durante el transcurso del huracán Wendy, Haley va a la casa de su padre para chequear que este se encuentra bien, dado que no responde el teléfono y lo encuentra desmayado en el sótano junto con un cocodrilo que los acecha; lo que viene después es una visceral y claustrofóbica lucha por la supervivencia.

Dicho esto, el primer y principal acierto de la película es que se toma su tiempo para dar cuenta de los personajes, por los cuales sentimos empatía desde el principio y que se convierten en nuestros héroes inmediatamente. Esto puede parecer una obviedad pero el infierno de las películas de animales asesinos está lleno de personajes de cartón cuyo destino nos importa tres carajos. También digamos que la resistencia sobrehumana que tienen tanto Haley como Dave a los ataques brutales de los depredadores es un poco inverosímil aunque también es una licencia necesaria que este subgénero debe tomarse. Es cierto que los secundarios caen como moscas pero debemos sentir también que nuestros protagonistas son capaces de enfrentarse y sobrevivir al menos a un ataque del monstruo.

El segundo gran acierto de Aja es la manera brillante en la que construye y dosifica el suspenso, pero sobre todo la tensión. De alguna manera híper calculada pero también mágica, la película parece no sacar nunca el pie del acelerador, siempre está redoblando la apuesta y esto, en lugar de cansarnos, nos atrae más a querer seguir mirando el destino ingrato de nuestros héroes. Encima, cuando parece que estamos para relajarnos y ver el final, el film nos regala un tramo final brillante, violento y sin respiro.

El regreso de Alexandre Aja al camino del bien no podría ser mejor: una película de presupuesto medio lista para dar el batacazo en el medio de la omnipresente oferta de Disney en nuestras pantallas. Podemos decir con justicia que estamos ante la Un lugar en silencio del 2019.