Infierno en la tormenta

Crítica de María Paula Rios - Fandango

Cocodrilos salvajes y una chica superpoderosa.
Alexandre Aja ha vuelto y una vez más plasma su huella de autor, dentro a lo que cine de horror se refiere. Es innegable que sabe como disponer de forma audaz la puesta en escena para generar terror y asfixia. Después de las pirañas prehistóricas carnívoras, los cocodrilos gigantes se adueñan de la pantalla. O sea, convierte una casa familiar en una verdadera trampa mortal, para que un puñado de reptiles desaforados, muerdan, mastiquen… y asesinen.

La trama es simple, una joven nadadora, Haley (Kaya Scodelario), después de un duro entrenamiento recibe una llamada de su hermana un tanto desesperada, porque el padre de ambas no atiende el celular y se avecina un huracán categoría 5. Nos encontramos en Florida, tierra de vientos violentos y también el hogar ideal de nuestros alligators. Por lo que Haley decide ir en su búsqueda, más allá de las explícitas recomendaciones de las autoridades de evacuar la zona.

Y es así que se encuentra con tremendo panorama: su padre desvanecido y con una gran mordedura en el hombro, en la parte de abajo de su viejo hogar. Ese en que alguna vez los cuatro (su mamá ahora separada, su padre, ella y su hermana) fueron una familia unida. A partir de aquí, las cosas se pondrán cada vez peor, ya que los cocodrilos se comenzarán a adueñar de la zona. Los vientos son cada vez más fuertes, las aguas suben y los bichos que en un principio se cuelan por los desaguaderos, se hará un festín cuando se rompan las represas y se inunde por completo el lugar.

Haley y su padre, además de en medio de la situación límite limar asperezas (saldrán a la luz viejos rencores y una nostalgia por lo que no fue), se convertirán en verdaderos supervivientes. La disciplina y el temple deportivo de la chica, la harán convertirse en una mujer resiliente y de armas tomar. De este modo, Aja trabaja de forma acertada la metamorfosis del personaje femenino: se transforma en una depredadora más escabulléndose bajo el agua y afinando su instinto animal.

En este universo sangriento todo funciona; además de un toque de humor negro, está presente lo emocional como motor para impulsar la narración, y sin dudas un clima sofocante, el realizador no nos da respiro ni espacio para la catársis. Despliega todos sus recursos audiovisuales y lo más importante es que el tempo nunca decae, claro que adicionado una buena dosis gore y un sonido “de la hostia” (dirían los españoles). La lluvia incesante afecta nuestros sentidos de manera perturbadora. Justamente de esto va Infierno en la tormenta, de emociones fuertes y shocks sensoriales.