Infierno en la tormenta

Crítica de Ernesto Gerez - Metacultura

See you later, alligator

Infierno en la Tormenta (Crawl, 2019) forma parte de una tradición de películas de cocodrilos asesinos en la que podemos encuadrar a joyitas medio trash como Alligator (1980) de Lewis Teague, Dark Age (1987) de Arch Nicholson (que también lleva el peso de la tradición de la amenazante naturaleza australiana), Eaten Alive (1974) y Crocodile (2000), ambas del maestro Tobe Hooper (aunque la primera forma parte del subgénero oblicuamente), e incluso Il Fiume del Grande Caimano (1979), de Sergio Martino, que ya desde el inicio con sus planos aéreos parece dialogar con la trilogía caníbal de Ruggero Deodato. Tal como lo marca esa tradición, el peso de Crawl está puesto en lo emotivo como consecuencia del suspense. Y como también marca la tradición, podríamos adjetivarla (y no peyorativamente) como sensacionalista o efectista, términos generalmente utilizados para describir al cine de explotación.

El efectismo de Crawl está siempre relacionado al resultado del suspenso. Salvo en la presentación de Haley (Kaya Scodelario), su protagonista principal (que como en todo buen guión clásico y cerradito define a la heroína en virtud y defecto en cinco minutos), el resto del relato es una búsqueda constante de suspense, virtud no tan común en el Hollywood actual. Las escenas de los cocodrilos asesinos de Aja (acá más serio que en Piraña 3D pero con el humor negro del género puesto en algunas muertes) son muy buenas secuencias de persecución. En tal sentido, y como decía William Friedkin, no hay nada más cinematográfico que una escena de persecución; aunque claro que acá en lugar de las carreteras superpobladas de Los Ángeles en las que Friedkin filmaba como un campeón, hay un sótano inundado de una Florida ficticia filmada en Serbia, lleno de cocodrilos hechos con CGI.

La trama, como en Alligator, la podemos rastrear en la leyenda urbana del cocodrilo que sale por el inodoro, con el agregado de un huracán categoría 5 que la mueve del subgénero de monstruos acuáticos hacia el cine catástrofe. De todos modos, la fuerza de la naturaleza (o la venganza al estilo Dark Water) queda en segundo plano -o al menos queda en pausa hasta el clímax- porque Aja encierra casi toda la película a Haley y a su papá Dave (Barry Pepper) en una misma locación. Se cuela entonces el thriller de encierro; terror claustrofóbico que salió de la cabeza de Michael y Shawn Rasmussen, guionistas también de la última aventura carpenteriana (The Ward), en España titulada justamente Encerrada.

El suspenso constante de Crawl es consecuencia de la acción también constante: Crawl es una prueba de que los males de muchas producciones hollywoodenses actuales (entre ellas las películas de superhéroes) no tienen que ver con el uso del CGI, la espectacularidad o la edición anfetamínica sino con la falta de generación de suspense mediante la acción desaprovechada. Crawl es una muestra chiquita pero potente de la construcción del suspense, escena tras escena, utilizando como herramientas las verdades cinematográficas del cine de género, como la persecución y la superación del castigo físico; fisicidad paradojal, porque el castigo es perpetrado a los protagonistas por los fantasmas generados por los últimos ordenadores.