Inferno

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

A esta altura de las circunstancias nadie puede poner en duda el talento histríonico de Tom Hanks, en realidad desde “Quisiera ser grande” (1988), o ya con su primer protagónico (“Splash”, 1984), llamo la atención del público, de los productores y directores.
Pero permítanme poner en duda el talento del escritor Dan Brown y del director Ron Howard, no en cuanto a los mecanismos y condimentos que deben articular una historia, sino a la cocina misma: Es como que todos los guisos tienen el mismo sabor.
Es que ésta tercera colaboración entre ambos no deja de ser una repetición de lo mismo, tanto desde el guión literario como de la estructura narrativa, motivaciones del personaje e incongruencias varias.
Así como en las anteriores nuestro héroe, Robert Langdon (Tom Hanks), es el único ser sobre la tierra que puede descifrar el enigma planteado, en éste caso seria descubrir las huellas que ha dejado un excéntrico millonario, quien desilusionado, y creyéndose el “salvador” de la humanidad decide que para salvarla debe hacer desaparecer a la mitad de la misma.
El filme abre con una persecución en la bellísima ciudad de Florencia, muy bien filmada, con los cortes necesarios en una escena de acción, una banda y diseño de sonido muy eficaz, sólo para mantener expectantes la atención del público. Bertrand Zobrist (Ben Foster) intenta escapar de las “garras” de Christoph Bruder (Omar Sy). En la huida sube a un campanario, (siempre me pregunte ¿por qué los perseguidos suben a los edificios?, ¿tendrán fantasías de que le crecerán alas?
Ya arriba de la edificación, Christoph le señala que mejor él que los otros.
Estamos en la habitación de un hospital, Robert Langdon, convaleciente, sufre de amnesia, tiene pesadillas, alucinaciones con imágenes extrapoladas de peste, guerra, hambre, y muerte, pero no son en realidad iconografías del Apocalipsis de “La Biblia”, sino imágenes de una recreación plástica de “La divina comedia”, de Dante Alighieri, específicamente de los nueve círculos del infierno.
Detengámonos acá por un momento. Parecería ser que Virgilio y Dante sólo transitaron estos nueve círculos, nunca se nombran a los que integran “El Purgatorio” y “El Paraíso”, espacios que permitieron al escritor florentino nominarla como comedia, ya que tiene final feliz. En realidad el texto no es en si mismo el cuerpo del enigma, funciona en ésta ficción más bien como cartografía de un marino, lleno de charadas en las que Robert se hará fuerte para resolver el secreto de Bertrand, en una carrera contra el tiempo que circula de manera inexorable.
Nuestro héroe es atendido por la Dra. Sienna Brooks (Felicity Jones), mientras le informa de su estado son atacados por una mujer policía, la doctora ayuda a Robert y logran escapar. Lo que instala en el buen profesor confianza ciega. ¿?
Ella, ¿por qué continua con el profesor luego de ponerse a salvo?
Como en las anteriores entregas de la franquicia, nuestro catedrático, poseedor de una cultura extraordinaria, una inteligencia muy superior a la media de los mortales, y una memoria prodigiosa, cumple las funciones de detective, sin embargo siempre se sorprende cuando quien creía que es quien dice ser, no es realmente quien es. ¿Se entiende?
En el filme que nos convoca son varias las veces que se construye un conflicto a partir de esta variable, todo parece tornarse confuso para el protagonista e inversamente proporcional muy previsible para el espectador. Lo que logra es dejar de ser una producción de intriga para aburrir de la peor manera.
En ese recorrido la cámara y las acciones nos llevan a Venecia y Estambul, donde todos los escenarios están muy bien utilizados, pero la falla en su contenido no puede ser superada ni por el trabajo realizado por el departamento arte, ni por la excelente dirección de fotografía, ni por la mencionada banda de sonido que nunca retorna al nivel de la primera secuencia.
Si algo sostiene la realización son las actuaciones, el vértigo de algunas escenas, poco más, giros de los personajes, más que narrativos, ni siquiera se los podría llamar duplicidades, que aparecen como evidentes dentro del mecanismo estructural. Muy clásico en su desarrollo, y ya visto en la circulación de la intriga, sumado a diálogos bastante vacuos e inverosímiles.
El relato hace circular a los personajes por distintos ámbitos de gran belleza, léase museos, como La Galería Ufizzi, El Palacio Vechio en Florencia, La Basílica en la Plaza San Marcos de Venecia, incluyendo la cárcel de la Inquisición, donde tiene lugar una escena importante, en Estambul, Santa Sofía y La Cisterna construida por Justiniano. Todo un raid turístico de gran belleza y muy bien fotografiado, en tanto el texto bien gracias. Como dijo el poeta Miguel Marcotrigiano: “Un escritor está siempre escribiendo el mismo libro”. Algunos se están abusando, ¿no?