Inferno

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Un thriller psicológico y religioso de manual

Tras El Código Da Vinci (2006) y Ángeles y demonios (2009), Ron Howard dirigió esta tercera entrega de la saga de aventuras del experto en simbología y arte religioso Robert Langdon (Tom Hanks), basada en los best sellers del escritor Dan Brown. El resultado no dista mucho del conseguido en las dos transposiciones previas: el guión de David Koepp (quien ya había participado en la adaptación de la segunda película), la narración de ese experimentado artesano de la industria que es Howard y la actuación de Hanks son dignas del profesionalismo que todos ellos garantizan desde hace por lo menos tres décadas, pero se trata de un thriller psicológico y religioso que parece hecho con el manual del género, con piloto automático, sin que nada se salga de tono ni de carril. En síntesis, un producto estándar con pocos hallazgos, escaso vuelo y mínimas sorpresas (aunque todo luzca bastante inverosímil).

En los primeros minutos Langdon aparece en un hospital de Florencia, Italia, con heridas en la cabeza y una amnesia bastante extendida. Allí recibe la asistencia de una joven enfermera llamada Sienna Brooks (Felicity Jones), pero mientras intenta reconstruir el pasado reciente una mujer vestida de policía los ataca a tiros. Y no sólo deberán escapar de esa asesina a sueldo de una misteriosa organización, sino también de la Organización Mundial de la Salud.

Los peligros se extienden a cada minuto, ya que además se enfrentan a la inminente propagación de un virus lanzado por Bertrand Zobist (Ben Foster), un delirante genetista multimillonario obsesionado por la sobrepoblación a quien vemos morir en la escena inicial, pero cuya amenaza de acabar con la mitad de los habitantes del planeta continúa vigente. La veta apocalíptica del film en este caso está ligada a la simbología oculta en la Divina comedia, de Dante Alighieri. Sí, Langdon se lucirá descifrando enigmas, diversos personajes se darán vuelta con el avance del relato y habrá alguna que otra adrenalínica escena de acción por las calles de Florencia, Venecia o Estambul, pero Inferno nunca deja de ser un ejercicio de género chato, sin ironía ni riesgo. Demasiado poco para una producción con tantos recursos y tantos buenos artistas reunidos que, esta vez, quedaron bastante lejos de sus mejores trabajos.