Infancia clandestina

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El amor en los tiempos del cólera

Luego de un prólogo ambientado en 1975 que arranca con imágenes "convencionales" y termina con animación (un recurso que luego se repetirá en otros pasajes del film) para narrar el intento de asesinato por parte de un comando de la Triple A contra un matrimonio de militantes montoneros, la película salta hasta 1979.

En plena euforia post-Mundial '78 (y en plena escalada represiva), los protagonistas vuelven de un exilio en Brasil y Cuba en el marco de la "contraofensiva" lanzada por los líderes de su organización. Juan (Teo Gutiérrez Moreno) ya tiene una hermana menor (todavía una beba), pero él ingresa a la primaria del barrio con el nombre falso de Ernesto (por el Che, claro). Con sus padres (Natalia Oreiro y César Troncoso) y con su simpático tío (Ernesto Alterio) viven en la clandestinidad, recluidos en una casa que es también lugar de reunión de la célula y de acopio de material "revolucionario". El acepta las condiciones, pero cuando se enamora de una chica que hace gimnasia artística en la escuela su sensibilidad aflora (así como su urgencia hormonal) y su sentido de la obediencia se desmorona. Lo mismo ocurre en el entorno familiar cuando llega por única vez al lugar su abuela (Cristina Banegas) para festejar su cumpleaños y se exponen en toda su dimensión las inevitables contradicciones entre el afuera y el adentro (la clandestinidad).

El film plantea la tensión permanente entre el compromiso de los militantes (férrea disciplina incluída) y el disfrute y la posibilidad de vivir situaciones felices en la intimidad familiar. Es que aflojar, relajarse, podría resultar en ese contexto un desastre seguido, por qué no, de muerte.

La idea de narrar la historia desde el punto de vista de un chico no es nueva en el cine latinoamericano (Kamchatka, El año que mis padres se fueron de vacaciones, Andrés no quiere dormir la siesta y sigue la lista), pero aquí el realizador de Nietos (identidad y memoria) -que incorpora al relato unos cuantos elementos autobiográficos- trabaja la doble lógica: la de Juan/Ernesto, con sus deseos (su iniciación sexual) y sus miedos; y la mucho más cerrada de los guerrilleros. La película -más allá de algunos lugares comunes de esta suerte de "subgénero"- se maneja casi siempre con rigor y credibilidad, con crudeza pero también con sensibilidad para constituirse, en definitiva, en un muy atendible retrato (más humano que político) sobre aquel período sangriento de la historia argentina que todavía tiene unas cuantas heridas abiertas.