Infancia clandestina

Crítica de Damián Serviddio - Suplemento Espectáculos

Volver a la Argentina en 1979 no era una buena idea para los exiliados. Pero algunos consideraban que la lucha contra la dictadura debía continuarse desde adentro de las fronteras si se quería obtener un verdadero triunfo. Es así que, separados y divididos por cientos de kilómetros, los integrantes de esta pequeña familia regresan al país para defender las causas que consideran justas. Juan, un niño entrando en la adolescencia, se encuentra en medio de este caos que significa el secuestro, tortura y muerte que eran moneda corriente por entonces y la desaparición constante de los compañeros de sus padres. Teniendo como modelo de lucha al Che Guevara, Juan elige construir su nueva personalidad a partir del nombre Ernesto, debiendo adaptar su acento cubano (país que lo vio crecer los últimos tiempos) a uno cordobés para no levantar sospechas. En medio de tanta muerte, Ernesto descubrirá el amor y comprenderá el sacrificio que sus padres han hecho por él.

Inspirada en los recuerdos de su director Benjamin Ávila, “Infancia clandestina” no es puntualmente una historia sobre el gobierno dictatorial o sobre los miles de desaparecidos, es el retrato de un niño que debe convertirse en hombre más rápido de lo habitual. Gracias a un sólido elenco (Natalia Oreiro, Ernesto Alterio, Cristina Banegas, César Troncoso) la experiencia es positiva y dolorosa en partes iguales y por diferentes motivos. Incluso los recuerdos más dolorosos fueron bien resueltos a través de animaciones, las cuales nos permiten entender lo acontecido pero si sufrirlo al no haber sido recreados por los actores. Uno termina conmovido y emocionalmente exhausto luego de ver esta película.

Es casi imposible no emocionarse cuando Oreiro nos dice cantando “sueños de juventud que mueren” como parte de una sentida interpretación, o cuando se enfrenta en una dura discusión con Banegas, quien está impecable como de costumbre interpretando a una abuela atemorizada por el futuro de sus nietos. Alterio posee el grado de complicidad justa para ser un tío canchero, consejero y divertido que desliza sus experiencias para desconcierto de su sobrino (“las mujeres son como el maní con chocolate”) y Troncoso aporta una cara nueva al cine nacional. Finalmente, Teo Gutiérrez Moreno es una revelación dentro de esta cinta, en especial cuando su personaje comienza a entrar en conflicto con los ideales de sus padres.