Infancia clandestina

Crítica de Claudia Smithee - El Espectador Avezado

"Infancia clandestina" es una grata sorpresa en cartelera. Durante mucho tiempo, el enfoque de muchos cineastas para el abordaje del tema de la guerra sucia y aquellos intensos años 70, parecía limitado, estructurado y distante. Es decir, no era muy "amistoso" para el espectador corriente, a no ser que éste estuviese dispuesto a adentrarse en la historia que se contaba. Por primera vez, sentí que me adentraba en la trama, de una manera luminosa, intensa y cercana. Gran mérito de su director, Benjamín Avila y su equipo, en todo momento esa sensación se conserva y permanece en la audiencia hasta después de terminada la función...
Avila aporta mucho de su historia personal para dotar al guión de precisión a la hora de reconstruir ese escenario con esa familia. Si bien hay ficción en la trama, lo cierto es que la ambientación es excelente.
Corre el año 79, está todo mal en Argentina (recordemos el golpe de estado del 76 y las luchas internas desde principios de la década) y una familia de idealistas, toma coraje para regresar en ese operativo de retorno donde se los alentó a resistir a los militares en la llamada "Contraofensiva". La trama la veremos a través de los ojos de Juan, quien vive el final de su latencia y el principio de su adolescencia, con todas las de la ley, más allá del peligro que acecha a sus seres queridos a cada paso de la esquina. Si, es una situación compleja en la que tomamos partido (los papás son líderes guerrilleros y dedican energía y tiempo a eso) porque nos identificamos plenamente con su historia, tierna, natural. Más allá de todo, Juan (o Ernesto), es un niño como todos, viviendo en una situación extraordinaria.
La cinta presenta la historia entonces de un grupo familiar comprometido con sus ideas, unido y que cree que el sacrificio que hacen, es inevitable y necesario. Conoceremos entonces como viven en la clandestinidad y como eso altera, en cada uno de ellos no sólo el escenario externo sino también el interno. Natalia Oreiro y César Tronocoso componen a los padres que deciden retornar a pelearla y completan un trabajo sin fisuras. Los dos conforman una estupenda pareja (son sumamente creíbles) y durante el tiempo que se los ve debatir y preguntarse cosas, transmiten bien el espíritu de las ideas y paradigmas de esa época.
El conflicto central marca que Juan se enamorará de una chica que concurre a clases de gimnasia artística y sin querer, su sentido de la responsabilidad hará tambalear la seguridad precaria de su núcleo. Hay buenos secundarios como los de Cristina Banegas y Ernesto Alterio, pero sin dudas, el acierto más grande es reducir la distancia simbólica entre el espectador y el conflicto. Volvemos a ver la historia reciente, pero presentada y exhibida desde otro lugar, uno del que es fácil apropiarse.
Es un gran trabajo realmente "Infancia clandestina". Es una mirada fresca que aporta y conecta con un pasado que es necesario no olvidar. No la dejen pasar.