Industria Argentina, la fábrica es para los que trabajan

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Sólo logra convencer a los ya convencidos

Enarbolando un subtítulo que es más bien una consigna, «Industria Argentina. La fábrica es para los que trabajan» nos cuenta la lucha de un puñado de obreros especializados para impedir el cierre y desmantelamiento del taller donde trabajan, para lo cual se constituyen en cooperativa. Corre el año 2002, y pocos imaginan la recuperación laboral de fábricas como una posibilidad concreta. A diez años de aquella época, no está mal evocarla en una película.

Primer punto a favor: esta obra no es como «La tierra será nuestra» (Ignacio Tankel, 1949), extenso y tristón drama campero donde en la última escena aparecía la mano providencial del gobierno popular y salvaba a los pobres arrendatarios. Acá los obreros se salvan por su propio esfuerzo, con la sola orientación de un abogado y la lúcida comprensión de un juez en lo civil y comercial.

Primer punto en contra: tampoco es como «Pyme (Sitiados)», el drama de Alejandro Malowicki, 2004, donde se plantean de modo verosímil tanto las razones del dueño como las de sus empleados, buscando un entendimiento, película que todavía hoy se analiza en varias cátedras de administración de empresas. Al contrario, acá el dueño es presentado monolíticamente como mala persona, estafador, prepotente, etc., etc., siempre acompañado por un chofer guardaespaldas. Y como una mala persona no basta, ahí está también la síndico prepotente, enemiga de los obreros, papel que Soledad Silveyra encarna con entusiasmo de sainete y peinado ventarrón.

Carlos Portaluppi (recuperando la entonación correntina), Cutuli, Daniel Valenzuela, Luis Margani, son bien creíbles como trabajadores, y muchas situaciones que interpretan se hacen más que reconocibles y sensibles para el público hacia el cual la obra va orientada: el de las propias fábricas recuperadas, que además, en nombre de sus luchas y sentimientos, puede pasar por alto alegremente algunas limitaciones evidentes de escenografía, puesta en escena y presupuesto (por empezar, faltan extras). Lástima que de esa forma, el discurso convence solo a los convencidos.

Autor, Ricardo Díaz Iacoponi, debutante. Productor, Néstor Sánchez Sotelo, el de «Testigos ocultos», «Almas navegando en soledad», «Adopción».