Independencia

Crítica de Rafael Mc Namara - Cinevivo

Segunda parte de una trilogía sobre la lucha del pueblo filipino contra la colonización, la última producción de Martin se desarrolla durante la ocupación estadounidense de la isla a principios del siglo XX, y expone su postura ideológica en un doble frente, desde dos historias: la política y la cinematográfica (procedimiento al que ya nos tienen acostumbrados algunos de los más destacados cineastas filipinos, incluido Raya Martin).

Así, filmada totalmente en estudios y compuesta casi exclusivamente por planos fijos, la puesta de Independencia remite directamente al cine mudo hollywoodense que se producía en la isla durante la guerra.

Se trata, en palabras del propio director, de utilizar las armas del enemigo (en este caso, la estética hollywoodense) para subvertirlas desde adentro, usándolas para narrar la lucha de su pueblo contra el opresor.

El relato desarrolla las vicisitudes de una madre anciana que huye con su hijo hacia el campo, escapando de la guerra que se desarrolla por la independencia de Filipinas. Lejos de todo contacto con la civilización, los protagonistas se instalan en una pequeña casilla abandonada en medio de la selva, y allí desarrollan sus vidas. Pronto el muchacho encontrará una joven herida y abandonada (aparentemente fue violada por los soldados del ejército ocupante), de la que se hará cargo, marcando la primera gran inflexión narrativa de la película, y el paso hacia una nueva generación...

Se trata, en efecto, de una clara alegoría de la lucha de varias generaciones de filipinos en contra de las sucesivas colonizaciones que sufrió la isla a lo largo de su historia (a manos de españoles, estadounidenses y japoneses), en donde la belleza y la voluptuosidad de una selva artificial, acompañada de un blanco y negro casi onírico, ponen al espectador inmediatamente en un espacio-tiempo simbólico, aún a pesar de las claras referencias históricas.

Esta convivencia entre el plano simbólico y el tiempo histórico llega a su punto culminante al final de la segunda parte, en la que se desata un diluvio de proporciones casi bíblicas, y cuyos truenos se confunden con bombas que suenan a lo lejos. La devastación posterior, tanto material como moral, ¿fue producto de la gran tormenta? ¿O del paso despiadado del opresor americano?

Por otro lado, a pesar de su aparente clasicismo, Independencia no deja de tener algunos aspectos experimentales. Con una belleza que por momentos linda con el surrealismo, la película recurre también a un momento de falso documental que da cuenta, con una mirada irónica, del momento histórico que atravesaba la isla durante esos años (lo que no deja de tener ecos en la actualidad). Escena que remite, por otra arte, a los cortes de noticias (generalmente propaganda política del gobierno de la ocupación) que se proyectaban en las salas filipinas de la época. La escansión que este procedimiento introduce desde lo narrativo y lo formal no es uno de los menores logros de Martin, pero tampoco es el único.

En suma, se trata de una propuesta sumamente original, que demuestra una vez más la vitalidad de la que goza el cine filipino actual, lo que venimos comprobando año tras año en nuestro BAFICI.