Imparable

Crítica de Martín Fraire - País 24

El maquinista de la general

A esta altura de su carrera ya no sorprende que Tony Scott disfrute enalteciendo a hombres normales, con problemas cotidianos pero que devienen en héroes por un hecho concreto. Y en ese sentido, Imparable no es la excepción.

Un tren que es puesto en marcha por error, sin frenos y cuyos vagones contienen un cargamento de alto nivel químico, amenaza convertir al sur de Pensilvania en el nuevo Chernobyl. Y allí estarán dos maquinistas, el experimentado Frank, con más de 20 años trabajando para la empresa y el joven Will, acusado de estar a cargo del puesto por un acomodo de su familia; intentando detener la maquinaria en marcha, antes que todo se convierta en una tragedia.

Con pocos elementos, el Scott menos solemne (el más preciso y atractivo, pero también el menos atrevido) construye un thriller vertiginoso, con un montaje que imita la velocidad del tren y no da descanso.

Imparable bien podría ser Máxima Velocidad, pero del siglo XXI. Sólo que aquí hay una diferencia sustancial: no existe en esta película una amenaza terrorista, o un villano tentado por una cuantiosa suma de dinero. El peligro lo constituye el propio sistema americano (trabajadores alienados, empresarios desinteresados por el valor de la vida), como posible bomba latente a punto de estallar.

A pesar de estos interesantes guiños, el poco trabajado guión hace que la premisa principal se desinfle con el correr de los minutos y se sostenga sólo por un buen trabajo de edición y por el vertiginoso ritmo del tren/film.

Las historias paralelas en la vida de los protagonistas, el ya masivamente consagrado Denzel Washington (que aquí parece trabajar en piloto automático) y un correcto Chris Pine, intentan darle algo de variedad a la cinta, pero la obviedad aparece como un elemento que hecha por tierra cualquier noble intento.

A pesar de ser un director de los más interesantes en Hollywood, el último trabajo del responsable de Deja Vu, Hombre en llamas, Enemigo público, Top Gun y Escape salvaje entre otras, no está a la altura de lo que se espera. De hecho, la similitud con su propia remake de Escape del Metro 123 (estrenada en 2009) bien podría jugarle en contra.

De todas maneras, Imparable no es una película que disgusta; sino que invita a imaginar un atrevimiento mayor. Si bien se agradece el poco uso de CGI (tan corriente en el cine industrial de hoy en día), la película carece de todo factor sorpresa: comienza y termina en un mismo tono. ¿Se la puede acusar por ello? Pues no, pero tampoco ofrecerá una experiencia demasiado alentadora, o tan siquiera distinta. Al fin y al cabo, será el espectador el que decida.