Imparable

Crítica de Fernando López - La Nación

Un tren en marcha sin control y sin maquinista, y cómo detenerlo

El atractivo no está en un tema ya explotado ni en la intriga por la resolución de un enigma que no hay, sino en la tensión creciente de una febril carrera contra reloj. Aquí no hay asesinos que descubrir ni villanos que atrapar, porque el villano, en todo caso, es un tren. No cualquiera sino uno que arrastra 39 vagones, lleva una carga tan combustible y potente que podría producir incontables pérdidas en dólares, daño ambiental y vidas humanas y que por impericia o distracción fue puesto en marcha sin conductor, pero felizmente también sin pasajeros. La cuestión es que hay que encontrar el modo de detenerlo o de recuperar su gobierno antes de que atraviese una zona muy poblada y se corra el riesgo del descarrilamiento y la consecuente y temida explosión.

"Basada en hechos reales", dice al comienzo una leyenda que hasta cierto punto responde a la verdad: en 2001 un tren de carga no tripulado y fuera de control recorrió más de 100 kilómetros en Ohio hasta que pudo ser detenido. Tal leyenda -se sabe- también sirve justificar las libertades que los libretistas se toman para hacer la aventura más espectacular y más dramática. Quizás a Mark Bomback se le fue la mano en la multiplicación de contratiempos que van encadenándose a medida que el tren sigue su loca marcha y el tiempo se agota, pero lo importante es que la tensión no decaiga y que el film tenga en vilo al espectador hasta el final. Y eso se logra en buena medida gracias al oficio de Tony Scott, que sabe cómo aprovechar expresivamente la fotogenia de los trenes en marcha y valerse de un montaje nervioso para que la epopeya no afloje en intensidad. La acción es como el título: imparable

El guionista no estuvo tan feliz al concebir los personajes centrales: dos conductores que la empresa ferroviaria destina a otra formación y que tendrán intervención directa en el audaz plan de rescate del tren desbocado. Uno es un veterano; el otro, un principiante; y hay un chispazo entre ellos desde el principio, lo que asegura, según el cliché. que después serán compinches. A los dos ferroviarios Bomback les inventó innecesarios problemas personales para darles espesor. En vano: es lo que menos importa en un cuento cuyo interés está en otra parte. Así y todo hay que reconocer la convicción con que Denzel Washington y Chris Pine asumieron el compromiso.