Imparable

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Basada en “un caso de la vida real”, Imparable narra un hecho heroico que llevaron a cabo dos maquinistas de la red ferroviaria estadounidense, y no mucho más que eso, porque si los hechos son recreados fielmente, no necesariamente tendrán aristas extra. Es el caso del último film de Tony Scott, que mantiene inalterable su nervio visual y narrativo, y con eso disimula el relativo atractivo argumental de la película, que quizás sólo daba para un buen telefilm. Pero la tensión generada por un tren sin control en línea directa a estrellarse contra un pueblo, compensa significativamente lo antedicho. Un maquinista desganado y negligente iniciará la arrolladora marcha de un convoy sin control ni tripulación, repleto de vagones con material inflamable; y dos conductores, uno veterano y otro novato -éste en su primer día de trabajo-, perseguirán la formación para intentar detenerla. Scott vuelve a establecer con Washington un tándem sólido, que ya había deparado films vibrantes como Hombre en llamas y Deja vu, y más allá de reparos, el film entretiene aún en las no muy relevantes referencias a las problemáticas personales de ambos. Porque también hay que decir que Imparable no presenta villanos ni protagonistas iluminados, tan sólo dos trabajadores de diferentes generaciones a los que un hecho fortuito unió para que este sea sólo un film de salvataje y no de cine catástrofe. En esa sencillez a veces reside el leve encanto de una historia de vida.