Ikigai

Crítica de Mariana Zabaleta - Subjetiva

“Ikigai, la sonrisa de Gardel”, de Ricardo Piterbarg
Por Mariana Zabaleta

El recorrido de un artista se liga a la búsqueda de una expresión. La búsqueda se inicia en los motivos, la tragedia es una grieta que recorre el film, la cerámica, los cuerpos y se extiende con dinamismo. Las ruinas y el polvillo coronan envolviendo en niebla la escena. Un estallido que no es solo explosión, es ruptura de espacio y tiempo. “Éste debe ser el aspecto del ángel de la historia. Es el ángel que ha vuelto el rostro hacia el pasado.”

Los sobrevivientes vieron las ruinas desde la mismísima grieta, sus palabras son testimonio/pieza de accidentes, acontecimientos que reconstruyen en acciones y sensaciones después del estallido. Estos testimonios se esfuerzan por recordar sus últimos momentos antes del acontecimiento, cada mínimo detalle reconstruye un puente propio, pero compartido, de un pasado ingenuo que ha sido mudado. Las ruinas de la memoria es el espacio que los testimonios habitan. “Donde a nosotros se nos aparece una cadena de acontecimientos, él ve una única catástrofe que constantemente amontona ruinas sobre ruinas, arrojándolas a sus pies.”

Una cámara testigo, amiga y confidente, se hace presente con experticia. El baile, el color, la tradición familiar encarnan motivos de los testimonios durante la primer parte del film. El discurrir sobre el carácter del cielo, una partida de domino, y demás acuarelas porteñas conviven con lo destrozado. “Este ángel querría detenerse, despertar a los muertos y reunir lo destrozado.”

El taller de mosaiquismo enfrenta a las ruinas reconstruyendo la imagen de Gardel, su sonrisa angelada disipa la niebla, iluminando esperanzado el futuro. La tempestad, que impulsa irremediablemente todo hacia el futuro, encuentra un sendero de luz. La búsqueda de una expresión artística culmina en las ruinas, levanta de ellas el arte un nuevo templo, encarnado en este film, la cerámica y los cuerpos.

IKIGAI, LA SONRISA DE GARDEL
Ikigai, la sonrisa de Gardel. Argentina, 2017.
Dirección: Ricardo Piterbarg. Guion: Ricardo Piterbarg y Telma Satz. Fotografía y cámara: Juan Costamagna. Montaje: Roly Rauwolf. Música: Sebastián Díaz. Duración: 72 minutos.