Huye

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Cuestión de piel

Esta película es una de las mejores apuestas de la cartelera. Suspenso y terror en estado puro.

El de Jordan Peele es un gran debut, sobre todo si se tiene en cuenta la baja calidad de las películas de terror que se estrenan cada jueves. ¡Huye! (Get out, en su título original) es un sólido thriller que, además de mantener al espectador hipnotizado en la butaca, se las ingenia para meterse con un tema que en Estados Unidos siempre es coyuntural: el racismo. Mientras en el gobierno está Donald Trump, cuyo prejuicio racial es de público conocimiento, la ópera prima de Peele cuestiona su política y le hace frente con inteligencia.

¡Huye! tiene el nervio del cine de terror que tanto nos gusta. La película arranca con un prólogo digno de John Carpenter para luego contar una historia que tiene a una chica de tez blanca y a un chico afroamericano como la joven pareja protagonista, y a una extraña familia burguesa norteamericana como centro y metáfora del mal. La película plantea un tema serio y lo desarrolla de manera inteligente con los recursos del género.

Chris y Rose se preparan para ir a conocer a la familia de ella. Él está nervioso porque su color de piel no coincide con el de ella. Cuando llegan a la mansión de los padres de Rose, Chris se encuentra con unos individuos extravagantes. La madre es una psiquiatra experta en hipnosis, el padre no para de hacer chistes políticamente incorrectos y los sirvientes se comportan como autómatas programados para obedecer. A Chris no le convence la familia de su novia. Todo a su alrededor es de una extrañeza preocupante.

¡Huye! es un entretenimiento efectivo que tiene la dosis justa de humor y un sorprendente manejo del suspenso. El director tiene la habilidad para ir soltando de a poco la rienda de su brioso y terrorífico corcel negro, que arranca con un galope y termina corriendo en un baño de sangre justiciero. Para Jordan Peele, el trasfondo del estallido de violencia es el racismo de su país.
Pero hay un problema con la mirada del filme y es que adopta la misma óptica que cuestiona: la de los norteamericanos blancos. Y lo hace cuando plantea una superioridad genética de los afroamericanos, codiciada por las demenciales familias millonarias.

Si el problema es que los norteamericanos blancos se creen superiores a los norteamericanos negros, la película no hace más que invertir el racismo. Peele sigue viendo el mundo a través de la falsa dicotomía blanco y negro.