Huye

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

A partir de la historia de un hombre afroamericano que es invitado a pasar un fin de semana en la casa de los padres de su novia blanca, la opera prima del actor y comediante combina cine de terror y sátira social para armar una muy inteligente e inquietante película de género sobre el racismo.

La combinación de sátira social con elementos de género es una tradición cinematográfica clásica de Hollywood. Si hay algo que los filmes de terror y ciencia ficción han sabido hacer es incorporar a sus tramas –de manera más o menos sutiles, según el caso– los problemas políticos, sociales o económicos que los circundaban en el momento de su creación. Así, desde LA INVASION DE LOS USURPADORES DE CUERPOS a VIVEN!, de EL DIA QUE LA TIERRA SE DETUVO a LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES (y todas sus secuelas), el género ha sido una suerte de termómetro de los miedos y conflictos de las distintas épocas. Ultimamente, sin embargo, empujadas por el fenómeno de las secuelas y por tramas más interesadas en generar golpes de efecto que en ir un poco más en profundidad respecto a los motivos y las causas de los temores colectivos, las películas de terror han abandonado –salvo excepciones– su costado social.

¡HUYE! es un intento de retomarlo con todas las fuerzas y es de esperar –a juzgar por el enorme éxito de público y crítica que la película tuvo en Estados Unidos– que sea el inicio de un giro en el mercado de cine de terror. El filme de Jordan Peele (un muy conocido comediante, cocreador del show humorístico televisivo KEY AND PEELE) no solo incorpora esas temáticas sino que se puede decir que se ubica casi por afuera del género tal como se lo concibe actualmente, prefiriendo la sugestión, el suspenso y hasta la risa nerviosa que el shock terrorífico, que recién llegará en su última parte. A su manera, es una película sobre el racismo mucho más inteligente, radical y potente que cualquiera de las que suelen estar nominadas año a año a los Oscars, incomodando al público respecto a sus puntos de vista “progresistas” y tratando de ir a los misterios más profundos del odio/envidia racial.

Tras un inicio que nos anticipa que estamos ante una película de género (un hombre negro es secuestrado en un elegante suburbio blanco), ¡HUYE! parece girar rápidamente y convertirse en una comedia con toques bizarros acerca de la visita de Chris (Daniel Kaluuya) a la casa de los padres de su novia blanca, Rose (Allison Williams, la coprotagonista de la serie GIRLS). Chris está preocupado porque Rose no les ha dicho a sus padres que su novio es afroamericano, pero ella le asegura que no tiene motivo. Sus padres son progresistas, universitarios, personas que han viajado por el mundo y que “habrían votado por Obama una tercera vez si hubieran podido”. Y al llegar queda claro que tiene razón: los Armitage (Catherine Keener y Bradley Whitford) son el colmo de la amabilidad y el (excesivo) buen trato, especialmente él, que hasta usa cierto “slang” para dar la impresión que está al día con la cultura negra.

Pero de a poco Chris comienza a sentir que hay algo que no funciona del todo bien ahí. Los dos empleados negros de la casa (un jardinero y una mucama) tienen comportamientos un tanto extraños y casi robóticos, con una naturalidad estudiada e inusual. La madre de Rose es una psiquiatra que dice que puede curar a Chris de su adicción al cigarrillo y, si bien él no quiere someterse a una sesión de hipnosis para lograrlo, ella termina “forzándolo” a hacerla. ¿El resultado? Chris se cura de la adicción, pero cada vez se siente más incómodo con su entorno. Todo se enrarece aún más cuando al otro día llega a la casa un grupo grande de amigos de los abuelos de Rose (que fallecieron) a una reunión anual en su homenaje. Todos también parecen amables pero su excesiva cordialidad, algunos comentarios fuera de lugar y otra presencia igualmente espectral (de un “brother” que en un momento tenso le dice a Chris la frase que da título al filme) llevan al protagonista de la incomodidad al miedo.

De allí en adelante se irán revelando los secretos de esta particular situación, cuyo universo trae a la mente a una mezcla de películas tales como SABES QUIEN VIENE A CENAR?, EL BEBE DE ROSEMARY, THE STEPFORD WIVES y hasta TERCIOPELO AZUL. Peele bebe de fuentes muy diversas en su filme. Utiliza la ironía y paranoia de autores como Luis Buñuel y Roman Polanski mezclados con la ácida mirada política de George A. Romero y John Carpenter en un escenario que, como el del citado filme de David Lynch, parece perfecto y atildado por fuera pero esconde horribles secretos por dentro. La historia se irá revelando de a poco, pero es claro de entrada que el foco está puesto en las veladas formas de racismo que se esconden actualmente bajo una suerte de condescendiente progresismo. Admiración y envidia transformadas en odio, miedo disfrazado de comprensión y empatía con “la causa”: el objetivo de Peele es desnudar esa reconversión del racismo (y de la esclavitud) en apropiación cultural.

La película funciona como relato de suspenso y sátira, lo cual implica que los elementos más típicamente terroríficos son pocos y están utilizados de manera un tanto irónica. Si bien sobre el final se vuelve una historia de supervivencia y horror, siempre está claro que el eje de Peele está más en jugar con los detalles específicos (la “metáfora del algodón”, la historia del abuelo de la familia, las conversaciones telefónicas de Chris con un amigo suyo –el único que está afuera de la casa y sabe que allí pasa algo raro–, su relación con Rose y con su alcohólico hermano) que en horrorizar al espectador de maneras convencionales. De todos modos, cuando las cartas se revelen, allí demostrará que también está capacitado para manejar los resortes del género más puro y duro.

Una película inusual para el estudio Blumhouse (responsable de exitosas sagas de terror como LA NOCHE DEL DEMONIO, THE PURGE, ACTIVIDAD PARANORMAL, SINIESTRO y otras hechas a partir de bajísimos presupuestos y muchas regadas de ingeniosos comentarios sociales), ¡HUYE! también testea a los espectadores a poner a prueba su propio y disfrazado racismo. La película no apuesta a la comodidad del “pensamiento correcto” y progresista de películas como 12 AÑOS DE ESCLAVITUD o TALENTOS OCULTOS, en las que uno puede empatizar con el sufrimiento de los protagonistas negros a manos de hombres blancos horribles y trogloditas ya que es fácil allí tomar distancia de ellos. Aquí es la propia admiración racial de cierta “clase iluminada” –la misma que escucha hip-hop, votó a Obama, viaja a Africa y admira a atletas y basquetbolistas negros– la que es capaz de generar las más inquietantes formas de esclavitud contemporánea.