Huérfanos de Brooklyn

Crítica de Matías Asenjo - Sin Intervalos

“HUÉRFANOS DE BROOKLYN”. Edward Norton se pone noir con esta pieza que escribe, dirige y protagoniza.

Nueva York. Años 50. Lionel Essrog (Edward Norton), un solitario detective privado que padece síndrome de Tourette, se aventura a resolver el asesinato de su mentor y único amigo, Frank Minna (Bruce Willis). Lionel solo dispone de unas pocas pistas y de la fuerza de su mente obsesiva para desentrañar secretos celosamente guardados que mantienen el destino de Nueva York al borde del abismo. El misterio lo lleva a los clubes de jazz empapados en ginebra de Harlem, a los barrios marginales de Brooklyn y, por último, a los salones dorados donde se juega el poder de Nueva York. Lionel deberá enfrentarse a matones, a la corrupción y al hombre más peligroso de la ciudad para honrar a su amigo y salvar a la mujer que podría ser su propia salvación.

Edward Norton en su segunda incursión como director nos brinda un trabajo correcto sin grandes recursos cinematográficos. El film aborda las convenciones clásicas del cine negro utilizando por ejemplo la voz en off del protagonista para relatarlo todo acompañado por una trompeta de jazz permanente a medida que va descubriendo pistas.

Sin dudas el principal punto fuerte está en la actuación de Edward Norton encarnando a este detective con la particularidad de tener síndrome de Tourette el cual le aporta algo distintivo a una película que utiliza muchos lugares comunes. Como suele suceder en el cine cuando quien protagoniza también dirige, logra aprovechar y lucir un personaje interesante. Lamentablemente el guión no da lugar al desarrollo y destaque de los demás personajes que resultan todos bastante lineales lo cual es una verdadera lástima contando con un elenco tan interesante como Willem Dafoe, Gugu Mbatha-Raw, Alec Baldwin y Bruce Willis.

“HUÉRFANOS DE BROOKLYN” es una cinta que si bien tiene algunos momentos planos resulta entretenida y nos permite volver a rememorar un género olvidado y entrañable como es el policial negro.

Por Matías Asenjo