Huérfanos de Brooklyn

Crítica de María Bertoni - Espectadores

Basta mencionar el síndrome de Tourette que afecta a Lionel Essrog para dar cuenta de la vuelta de tuerca que Jonathan Lethem le dio al género negro con su novela Motherless Brooklyn, publicada en 1999. Tras la irrupción en escena de tipos como Jasper Teerlinck o John River, nos habremos acostumbrado a policías y detectives trastornados, pero en general los circunscribimos a nuestro presente alienante y no al pasado donde transcurre la obra literaria que Edward Norton adaptó para el cine. En aquellos lejanos años ’50, los investigadores privados padecían adicciones varias, misantropía, una justificada propensión a la paranoia: nada tan excéntrico –en el sentido literal del término– como tics motores y fónicos.

Norton apostó todas sus fichas a esta propuesta en cierta medida extemporánea. De hecho, el actor escribió, produjo y dirigió la versión cinematográfica, además de encarnar a Essrog.

La composición del protagonista atrapa tanto como la invitación a acompañarlo en la tarea de resolver el crimen de su jefe. El relato en primera persona del singular asegura la empatía con un antihéroe que, por momentos y salvando las distancias, evoca el recuerdo del Rain Man de Dustin Hoffman.

También resulta interesante la recreación de una Nueva York en pleno proceso de reconfiguración urbana. La investigación del asesinato mencionado lleva a repasar el plan de modernización y su contracara –los desahucios fraudulentos– al mando del polémico funcionario encargado de parques, carreteras y vivienda de la ciudad, Robert Moses, que existió de verdad.

El elenco es la otra carnada de Huérfanos de Brooklyn (con este título la película desembarcará en la cartelera porteña el anteúltimo jueves de noviembre). Alec Baldwin, Willem Dafoe, Bruce Willis, el ascendente Bobby Cannavale se prestan con evidente placer al juego de renovar el universo de Sam Spade, Philip Marlowe y sus taciturnos colegas.

Pasaron casi dos décadas desde el estreno de la primera película que Norton dirigió y también protagonizó, Divinas tentaciones. En aquella ocasión el actor trabajó con un guion ajeno, escrito por Stuart Blumberg.

Ahora con guion propio, quien supo convertirse en el inolvidable Derek Vinyard de American History se acerca un poco más a ese cine que algunos llaman «independiente» y otros, «de autor». Quizás el próximo paso consista en pasar del trabajo de adaptación a la redacción de una historia original.