Huérfanos de Brooklyn

Crítica de Manuel Germano - Ociopatas

Casi 20 años más tarde, Edward Norton regresa a la dirección por segunda vez, y lo hace con la trasposición de una novela que le llevó mucho sacrificio económico. Las exigencias de producción eran grandes (el libro transcurre en los años 50’), y Norton quería obtener la mayor libertad creativa posible para desarrollar el proyecto. Entre problemas de derecho y batallas con el estudio, “Huérfanos de Brooklyn” logró reunir a un auténtico dream team actoral encabezado por Willem Dafoe, Alec Baldwin y Bruce Willis, además del propio protagonismo de Edward Norton, quien es también el guionista del film (debut en este rubro para él).

La cinta sitúa la acción en el Nueva York de los años 50: Lionel es un detective privado que sufre el síndrome de Tourette, un trastorno neurológico que le trae grandes problemas al decir cosas que no quiere, entre otras consecuencias. Tras el asesinato confuso de su jefe y amigo Frank Minna, Lionel se obsesiona con el caso y comienza a sumergirse en él.

“Huérfanos de Brooklyn” es de una ambición mayúscula. En lo personal, para Edward Norton, por ejercer aquí de director, guionista, productor y protagonista, pero también por las complejidades que la cinta propone, no solo por la complejidad que implica ambientar una película en los cincuenta, si no también por el desafío actoral de interpretar a un personaje con síndrome de Tourette: Edward Norton encarna un papel muy complejo, que si se lleva al exceso puede ser caricaturesco y hasta gracioso. Es en ese punto donde entra a destacar una dirección astuta, que hace que de gracia cuando debe hacerlo.

Hay claros aires a “Chinatown”, de Roman Polanski, el cine de John Huston, y cualquier policial negro de los 40’/50’ que tranquilamente podría haber sido protagonizado por Humphrey Bogart o Cary Grant. La voz en off del detective conduce una trama que se va enredando cada vez más (como todo policial negro), introduciéndose en el mundillo de la política y la denuncia social). Con mayor o menor efectividad, Edward Norton se ajusta a las reglas básicas del género. Su trabajo como actor es extraordinario, mientras que como director, lo hace a medias, y eso se nota en ciertas decisiones (los flashbacks o escenas demasiado subrayadas y exageradas).

De todas formas, su mejor virtud está en evitar que el film caiga en lo ridículo. Es interesante cómo la narrativa y la excelente banda sonora (compuesta por puro jazz) se van acoplando a la psiquis del protagonista. Toda esa nebulosa interna se exterioriza con una narración ‘borracha’ y desequilibrada que resulta muy interesante.

En relación a su metraje, las casi 2 horas y media también resienten un poco la articulación de la historia. “Huérfanos de Brooklyn” se hace demasiado extensa, y se pierde en su propia maraña y laberinto de ideas. La última recta no logra retener el interés de un espectador ya disperso en la confusión.

El film es intermitente, funciona, pero solo por momentos. Hay un poco de todo, incluso una gran actuación de Alec Baldwin, como un villano clásico (con claros aires a Donald Trump en esa denuncia social), y una placentera banda sonora. El mix es irregular, pero sale bastante airoso.