Huérfanos de Brooklyn

Crítica de Caty Filgueira - Cuatro Bastardos

Huérfanos de Brooklyn: La codicia y la corrupción en los años ’50.
El film, protagonizado, escrito y dirigido por Edward Norton, nos muestra un poco de que lo era el poder en la década de 1950.
Huérfanos de Brooklyn (2019) es el segundo proyecto que ve a Edward Norton en el rol de director. En este caso, para adaptar la novela homónima del escritor Jonathan Lethem.
Con un elenco de película, la historia nos sitúa en la década del ’50 y narra cómo un investigador privado, Lionel Essrog (Norton), busca al asesino de su jefe, el investigador Frank Minna (Bruce Willis). Su investigación lo lleva a una joven abogada, Laura Rose (Gugu Mbatha-Raw), y deberá descubrir cómo la chica, la muerte de su amigo y un político, Moses Randolph (Alec Baldwin), se relacionan.
Uno de los puntos más interesantes es la presentación de Essrog, la cual ocurre durante una misión con uno de sus compañeros y el jefe. En ese momento, lo primero que se nos muestra es que el personaje de Norton sufre de Tourette. Así, se intenta mostrar la percepción que tienen todos de este personaje, ya que su propio compañero lo «desprecia» un poco con sus actitudes. Eso es, hasta que Minna les da las instrucciones y Essrog las recuerda a la perfección. A medida que avanza el film, se va demostrando una y otra vez que esa primera percepción que la mayoría tiene de él es errónea; ya no solo resulta ser muy inteligente, también es un muy buen investigador y apto para el trato con la gente (más allá de su incapacidad de controlar sus síntomas en ciertas situaciones).
Su investigación junto a su relación con Laura a medida que va averiguando hechos y desenterrando secretos son los detalles que avanzan la historia. Laura es una abogada que está intentando hundir a Randolph, ya que sus planes para edificar en Nueva York vienen de la mano de convertir los barrios de gente trabajadora (principalmente, barrios de negros) en andurriales en mal estado para justificar su desalojo y poder desarrollar sus proyectos.
El diseño de escenografía te transporta de forma completa. Desde los autos, a los edificios y carteles, Nueva York sufre un makeover total y logra llevarnos 50 años hacia el pasado para contar esta historia. Particularmente la selección de autos, incluso los no tan lujosos, es impresionante.
Volviendo a la trama, la historia tiene una estética (tanto visual como narrativa – particularmente en los primero 15 minutos del film) cuya primera impresión es de un film sobre la mafia (especialmente para aquellos que vienen sin ver trailers ni ningún otro material). Pero los giros en la historia son sutiles y al punto, porque lo interesante no es saber lo que pasa por sobre los personajes. Es ir descifrando junto a ellos e ir sorprendiéndote junto a ellos. Aún así, se le pueden sacar unos diez minutos a la totalidad de la historia y aún así sería impecable y atrapante.
Es una pena, por otro lado, la corta presencia de Bruce Willis. Se mete en su personaje y es obvio por qué debe fallecer, pero lo que vemos de Frank Minna te deja deseando más. La actuación de Gugu Mbatha-Raw es sutil, emotiva e inteligente, como lo es su personaje, que la muestra lidiando con las injusticias que una mujer negra tiene que enfrentar en esa época. Todo tratado con una latente nota de sutileza digna de una pintura.
Por otro lado, Alec Baldwin te da escalofríos cuando se mete en la piel de este hombre lleno de poder y un irreverente sentido de sí mismo por todos los demás, lo cual incluso pone en palabras en un momento: ‘Power is knowing that you can do whatever you want, and not one person can stop you‘ (Poder es saber que puedes hacer lo que quieras y ni una sola persona podrá detenerte). Es la impunidad en forma de persona y es tan atrapante como repugnante. Una sensación similar nos da Willem Dafoe (Paul Randolph) como el hermano de Moses, el que sí tiene conciencia pero a la vez sueños y te genera tanto un cierto respeto como una profunda sensación de lástima.
En su totalidad, Norton nos presenta una película tanto atractiva como atrapante que deja que la historia fluya con un grado de naturalidad que ya no se ve tanto y que, a pesar de las aristas que van surgiendo en la narrativa, no se deja apabullar por todas las posibilidades. Simplemente se dedica a contar la historia que vino a contar, ensalzada tanto por las actuaciones, como por la dirección y el diseño en todos los aspectos. Un film para no perderse.