Huérfanos de Brooklyn

Crítica de Anabella Longhi - La Prensa

Edward Norton debutó como director en el año 2000 con la película "Divinas tentaciones", una comedia romántica en la que el actor interpretaba a un cura involucrado en un complicado triángulo amoroso. Casi veinte años después realiza su segundo largometraje "Huérfanos de Brooklyn", basado en la novela homónima de Jonathan Lethem.

En la transposición, Norton hace un cambio oportuno: en vez de que la historia transcurra en los "90, sucede en la década del cincuenta para beber directamente de la iconografía visual del film noir clásico.
Todo comienza cuando Lionel Essrog (Norton), un solitario detective con síndrome de Tourette, tiene que desentrañar el misterioso asesinato de Frank Minna (Bruce Willis), jefe y amigo de él. Essrog, que es subestimado por sus colegas, posee una memoria prodigiosa que lo ayudará a unir las piezas clave del crimen. Algunas de esas piezas lo guían hasta la abogada y activista, Laura Rose (Gugu Mbatha-Raw); y a Paul (Willem Dafoe), hermano del funcionario racista Moses Randolph (Alec Baldwin).

Con música de Thom Yorke, la película navega por un convulso laberinto de asesinatos, corrupción y extorsiones para contar una historia detectivesca que tiene puntos de contacto con la actualidad.
"Huérfanos de Brooklyn", además de verse como si se tratara de una pintura de Edward Hopper, se apoya en las actuaciones y, más allá de algunos desniveles narrativos, Norton demuestra una vez más su talento delante y detrás de cámara.